Los observadores más fríos apuestan desde hace algunas semanas por la pérdida de ritmo, sin prisa pero sin pausa, en los valores susceptibles de ser opados, algo así como la sanación de un enfermo que ha estado atrapado durante más de dos años en esa nebulosa, un mundo irreal, de OPA y operaciones especiales. La apuesta se fundamenta en las valoraciones ilógicas alcanzadas y en el abanico cada vez más corto de posibilidades de que se produzcan nuevas operaciones de este jaez. Las proyecciones se centran ahora en determinados procesos de fusión. Por ahora, es pura hipótesis emanada de la experiencia internacional. Los mercados españoles han importado la mayor parte de las modas y costumbres internacionales, opamanía incluída, pero no se han decidido a dar el paso de las fusiones, que es lo que domina desde hace mucho tiempo el escenario operativo de Wall Street. Para que se inicie este movimiento es necesario que algún ratón atrevido le ponga el cascabel al gato.

Luego vendrá todo rodado. En la industria de la intermediación financiera, en los negocios bursátiles y en muchos empresariales, hay una tendencia al contagio muy desarrollada. Algo similar a lo que ha sucedido en lo que va de año con las OPA en el sector inmobiliario, con predominio absoluto, y con las tomas de razón y adquisiciones de paquetes de referencia en las compañías eléctricas. Alguien, no obstante, debe tirar la primera piedra al estanque. La fuerza de las olas, el mimetismo, hará el resto. 

Los expertos coinciden en que mientras de puertas adentro de la Bolsa existan movimientos corporativos el mercado estará vivo y será capaz de mantener a buen recaudo la zona de soportes críticos. Dos son los puntos de apoyo de esta situación. Primero, la fuerza del capital riesgo, que augura nuevas operaciones corporativas en lo que resta de año. Segundo, la próxima entrada en vigor de la Ley de OPA decidida antes del verano por el Gobierno, porque este expectativa hará que determinadas empresas se anticipen a los hechos, lo mismo que aquellos grandes inversores que están al acecho de esas empresas.

Los observadores coinciden, por tanto, en que hasta el cierre del año el mercado se moverá a golpe de rumores corporativos, unas veces, y por el cierre de operaciones concretas, en otras ocasiones. Recuerdan que la actividad inversora de las compañías de capital riesgo en España durante el primer semestre de 2006 alcanzó una cifra de 963,3 millones de euros, con lo que se sitúa en el mayor volumen acumulado hasta la fecha, según la Asociación Española de Entidades de Capital Riesgo (ASCRI). Respecto al número de operaciones realizadas, la asociación cifró un total de 250, de las cuales 26 registraron una inversión de más de 10 millones de euros y una de ellas sobrepasó los 100 millones de euros.

En el apartado de captación de nuevos fondos, la actividad alcanzó los 1.407,2 millones de euros en los seis primeros meses del año. Así, los fondos de fondos fueron las principales aportaciones de recursos, con una contribución de 25%, por lo que superó a las instituciones financieras, que representaron el 22%. Pero también se vende. Así, el volumen de desinversión en el primer semestre de 2006 volvió a registrar un nuevo máximo, ya que a precio coste ascendió a los 781,9 millones de euros. En total se contabilizaron 130 operaciones de este tipo, entre las que destacan la desinversión de Corporación Eólica Cesa, Svenson y AC Hoteles.

La ASCRI prevé para final de año una cifra de 3.000 millones de euros, ya que en este segundo semestre del año se cerró la compra de la división de viajes de Iberostar por parte de los fondos de Carlyle y la compra de Telepizza por parte de los fondos asesorados de Permira. La Bolsa española, en fin, ha incorporado a su agenda hábitos y costumbres del capital riesgo internacional, que son los que imprimen celeridad a las OPA y grandes operaciones corporativas. Hasta que lleguen las fusiones, siempre con intercambio de papelitos, que es lo más cómodo y barato.