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ANTES DE LLEGAR A LOS 20.000 PUNTOS ES LÑ“GICO QUE EL IBEX DESFALLEZCA

Moisés Romero - Miercoles, 18 de Octubre
altura El mal de altura encoge el ánimo de la mayor parte de los actores en el mercado. Siempre sucede lo mismo. Cuando los índices superan unidades de millar, inversores, operadores y especuladores se tientan la ropa. Luego, la Bolsa sigue su curso. Sucedió cuando el Ibex superó los 5.000, 6.000, 9.000, 11.000, 13.000...puntos y volverá a suceder cuando el principal índice del mercado español rebase los 20.000. Hay que recordar, en estos días de vino y de rosas en las Bolsas, que los movimientos nunca son unidireccionales ni al alza ni a la baja y que las sobrerreacciones siempre se corrigen. Es decir, que antes de que el Ibex llegue a los 20.000 puntos, por acotar una cifra vigorosa, es muy posible que pose sus alas cansadas en los 10.000 puntos, incluso por debajo. Tras el descanso, volverá a surcar los mares. 

La Bolsa española mezcla en los últimos días todos los brebajes que encuentra a su paso, con el ánimo de buscar referencias consistentes de futuro. Son muchos los actores de este gran circo, el mayor circo del mundo, los que andan cabizbajos, despistados, sin ganas de hacer nada, pegando patadas a los botes vacíos, incluso a las pequeñas piedras que hay en el camino. Es una manera ancestral de luchar contra uno mismo, de meditar con rabia y de analizar las razones del éxito o del fracaso.

Hoy, como ayer y como mañana, la Bolsa ha dado una lección magistral de Perogrullo. Sólo los que han estado dentro del melón de las eléctricas y, ahora de Repsol, han llenado la faltriquera. Los que han estado en la Bolsa, pero no están en estos valores, miran apenados el festival de tomas de razón en las empresas energéticas y esperan que el tren de la abundancia se fije en los valores en los que ellos han tomado posiciones. O sea, una vez más salta a la palestra el viejo dicho de que ni están todos los que son, ni son todos los que están y que en las cosas de la Bolsa nunca está todo decidido.

Sucede, así, que el índice rompe millares, entre el murmullo estremecido, el pánico a volar más alto, pero son pocos los valores elegidos para esta especial singladura. Los observadores recuerdan que este fenómeno, el de la consecución de máximos históricos con la participación de pocos valores, es viejo conocido en la Bolsa española. Este mismo caso, aunque con diferentes protagonistas, se dio antes de la primavera de 2000, cuando estalló la burbuja de los valores tecnológicos. El Ibex llegó entonces a los niveles de ahora con el concurso, casi, exclusivo, de Telefónica, Repsol y los dos bancos. Todos los días, como ahora, se repetía la misma historia.

Se polarizan, por tanto, los movimientos del mercado en apenas media docena de compañías. Es suficiente para que el Ibex bata récord, pero, también, para que desfallezca en algún momento, que es la apuesta de última hora. La lógica, que es la que abunda en esta apuesta, no siempre se cumple. O mejor dicho, casi nunca se cumple y ahora con menores probabilidades por la abundancia de operaciones corporativas. Es lógico, por tanto, que el Ibex desfallezca en algún momento, pero eso no significa que vaya a ser así.

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Moisés Romero




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