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CON EL IBEX EN PIE DE GUERRA, TOCAR EL CIELO NO ES UNA UTOPÍA

Moisés Romero - Martes, 07 de Noviembre

cielo La unidades de millar, que antaño reunían miedos entre los actores de la Bolsa, corren rápido en un rosario de circunstancias propicias para mantener vivo el espíritu de la Bolsa. Mientras todos los valores del Ibex, sin excepción, figuren en los listados como susceptibles de ser opados, opantes o, simplemente, convidados de piedra en la ceremonia de las operaciones corporativas, el índice no sólo se resistirá a perder posiciones sino que hará méritos para tocar el cielo. El cielo es cosa de buenos, sabios y santos, de los mejores, y el principal índice de la Bolsa española lo toca con la punta de los dedos, a la vez que el resto de los principales indicadores internacionales mantiene un ritmo menos acalorado, rápido y certero. Unidades de millar que siempre han generado mal de altura vuelan como las cuentas de un rosario. El Ibex está en pie de guerra. A ver quién lo tumba.

10.000; 12.000; 15.000 ¿por qué no los 20.000 puntos que planeábamos desde estas líneas hace unas semanas, apreciación que sólo fue bien recibida por unos puñado de fríos observadores? Es fácil proyectar un cálculo. Basta con el mantenimiento de la tendencia alcista en ciernes de Telefónica y la posterior llegada a la zona de máximos históricos, ligeramente por encima de los 30 euros en el caso de la multinacional de telecomunicaciones, para que el índice brinque con mayor decisión que la percibida hasta ahora. No sería la primera vez que sucediera eso en la Bolsa española. Antes del estallido de la burbuja tecnológica en marzo de 2.000, el Ibex alcanzó máximos sólo con el acompañamiento de Telefónica, Repsol, Endesa y los dos bancos. El resto hizo mutis por el foro.

Volviendo al presente, los expertos dicen que es el peor momento para bajar la guardia y cerrar el año, porque los buitres, aquellos viejos tiburones, husmean por todos los rincones de la Bolsa en busca de nuevas operaciones. Mientras haya movimiento de fondo entre las empresas cotizadas habrá vida en la Bolsa, porque una operación empuja a otra y ésta anima a los especuladores y operadores más aguerridos para indagar otra más. Es el juego ancestral del mercado, el de la búsqueda de expectativas, el de la conformación de ilusiones y de operaciones fantásticas. Otra cosa es que luego la realidad confirme las proyecciones ideadas antes.
En este, como en otros apartados de la vida, suele resultar peligroso echar las campanas al vuelo antes de que terminen las ceremonias y, al revés, tratar de enterrar al enfermo, darlo por muerto cuando aún mantiene el pulso, por muy débil que sea. Desde mediados de mayo hemos escuchamos y leído mil y una interpretaciones del pésimo estado de salud de las Bolsas del mundo y del desplome de los precios de los activos negociados. Los índices, no obstante, sólo han hecho que subir animados por sus bodas y casorios.
Los expertos buscan referencias y manejan proyecciones desde hace semanas y lo más seguro es que vuelvan a errar en sus pronósticos. La gran mayoría, por ejemplo, apostó por la entrada de la Bolsa en un movimiento lateral y, lo que es más interesante, doblaron su apuesta por la corrección de precios. Es decir, consideraron que todo estaba cotizado en la práctica. La realidad ha sido diferente. Además, los resultados empresariales, que baten registros, alimentan el fenómeno.
Desde los foros mejor reputados se insiste en que la corrección llegará antes o después de los mercados y que será directamente proporcional a la sobrerreacción alcista previa, a la exageración y sobrevaloración de los precios, porque todo tiene siempre un punto de equilibrio. No obstante, recalcan, sin ambages, que mientras existan operaciones corporativas en marcha, la Bolsa se resistirá a corregir.

 

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Moisés Romero




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