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RELATO DE VERANO

Santiago Niño Becerra - Viernes, 29 de Julio

Hace dos semanas fue el cumpleaños de mi esposa, por lo que, por la tarde, a la vuelta de la Facultad, me acerqué a la que está considerada la mejor pastelerí­a de la localidad en la que resido a fin de adquirir unos caprichos para ese dí­a señalado.

La pastelerí­a está ubicada en un local situado en una placita que hoy es peatonal, desde hace medio siglo siempre ha estado en el mismo sitio. Tiene un personal eficiente que conoce a los habituales. Cuando entré era el único cliente, escogí­ unos maravillosos pastelillos y la dependienta comenzó a depositarlos con unas relucientes pinzas sobre una bandeja de cartón cubierta con un inmaculado papel. Fuera, en la placita, el calor era intenso, pero en el interior, el aire acondicionado ayudaba a generar un ambiente relajado y agradable.

Repentinamente la puerta se abrió y entró en el local un hombre de unos treinta años. Iba vestido con corrección, con ropa deportiva; el cabello un poco revuelto y ligeramente largo que le daba una imagen un tanto bohemia. Nada hací­a sospechar de aquel hombre mientras recorrió los cuatro pasos que median entre la puerta y el mostrador, sin embargo, algo invisible acompañaba a aquel hombre. La dependienta también debió tener esa sensación porque dejó de colocar pastelillos en la bandeja y fijó su vista en el recién entrado.

El hombre llegó junto al mostrador, se detuvo y, tras un instante en el que pareció que estaba escogiendo cuidadosamente las palabras, dijo con voz queda pero perfectamente audible: "Vivo en la calle, por favor, ¿podrí­a darme un cartón de leche?". No exigió nada, tan sólo expuso su situación y preguntó, por favor, a la dependienta, si podí­a darle un cartón de leche. La dependienta depositó la bandeja sobre el mostrador, las pinzas en uno de los estantes de los que iba tomando los pastelillos, se dirigió a una estanterí­a en la que productos varios esperaban a ser despachados, cogió un cartón de leche y se lo entregó al hombre. Éste dio las gracias, y abandonó la pastelerí­a.

El Reino de España tiene congelada su tasa de pobreza en el 20% desde hace 25 años. Con independencia del partido en el gobierno, con independencia de los ciclos por los que la economí­a española ha pasado, uno de cada cinco españoles continúa siendo pobre, hoy igual que en 1980. Es posible que el hombre de la pastelerí­a fuese un cantamañanas, pero también es posible que no lo fuese. Ayer España iba bien, hoy va más que bien, pero no dudo en que convendrán conmigo que podrí­a ir mucho mejor.

 
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economí­a IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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