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BRICOLAGE

Santiago Niño Becerra - Jueves, 11 de Agosto

Tengo un amigo que ha decidido introducirse en ¿el placer?, ¿el arte?, del bricolage. Desde hace años vení­a haciendo arreglillos en su domicilio y en los de compañeros y colegas; en el trastero de su casa tení­a apiladas cajas de herramientas y utensilios varios utilizados en su afición, pero ahora ha decidido ?profesionalizarse'.

La razón que le ha movido, dice, es el surmenage (¿cuánto tiempo hací­a que no oí­an esta palabra?) que le producen sus tareas diarias; mi amigo es ingeniero industrial (ya verán porque cito su titulación).

En los dí­as festivos de la pasada Semana Santa acondicionó el trastero y lo dejó convertido en un taller de campanillas, con su banco de trabajo, sus armarios para herramientas y sus ganchos para colgar tuberí­as y cables; cuando hizo recuento de las herramientas que le faltaban o que tení­a que reemplazar se percató de que la lijadora era una de ellas.

Se dirigió a uno de los varios centros de suministro de artí­culos de bricolage que rodean Barcelona y se encaminó hacia la sección de ?Lijadoras'. En dicha sección habí­a varios modelos de diferentes marcas y mi amigo se puso a seleccionar el modelo que le interesaba en cada una de las marcas expuestas; el resultado fue el siguiente: un modelo con un precio de 70 euros, tres con precios sobre los 30 euros, y uno a ... 5,49 euros.

Mi amigo se quedó hipnotizado observando esta lijadora cuyo precio no llegaba a las mil pelas. Leyó las caracterí­sticas, se cercioró de que incluyese todo lo necesario y se decidió a adquirirlo; pagó, salió del centro y, sin poder dominar su impaciencia, abrió la caja nada más llegar a su automóvil.

La manufactura del producto en nada tení­a que envidiar a otras herramientas semejantes de otras marcas de precio mucho más elevado que mi amigo habí­a adquirido con anterioridad, disponí­a de todos los accesorios que anunciaba el envase, incluso incluí­a un juego de seis lijas cuyo precio, adquiridas por separado en el mismo centro, ascendí­a a los 12 euros. La caja incorporaba un folleto con instrucciones y con las direcciones de los centros de asistencia técnica; también el resguardo de la garantí­a que cubrí­a un perí­odo de dos años. Se preguntarán por el resultado de la lijadora en cuestión. Mi amigo dice, y su ingenierí­a le faculta para decirlo, que es fabuloso.

Hay un detalle que me he guardado para el final. En un lado de la caja que contení­a la herramienta y en un extremo del mango de la misma figura un letrerito: "Made in PRC"; por esto y por lo anterior, muchas preguntas asaltarán su mente: las mismas que asaltaron la mí­acuando mi amigo me relató su historia.

Partiendo de la base de que nadie fabrica, distribuye y/o comercializa algo para perder dinero (la herramienta que adquirió mi amigo no se encontraba en promoción ni formaba parte de ningún folleto de ofertas), la pregunta madre de todas las preguntas es: ¿cómo es posible fabricar, distribuir y comercializar todos los componentes de la dichosa lijadora; fabricar, distribuir y comercializar la lijadora; y que su precio sea 5,49 euros obteniendo un margen unitario positivo?. Cierto es que los salarios en China son muy reducidos, pero, por pura lógica, algo más debe haber.

Hagan la proporción. Si una buena lijadora fabricada en Europa tiene un precio de 70 euros y una buena lijadora fabricada en China lo tiene de 5,49, ¿cuál serí­a el precio equivalente de una buena nevera?, ¿y el de un buen televisor?, ¿y el de un buen automóvil?; calcúlenlo y mediten, y mediten en las consecuencias de esos precios que obtengan en sus cálculos.

 
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economí­a IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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