Vendedores de tarjetas, de fondos de pensiones y de mantas zamoranas
Redacción - Jueves, 08 de DiciembreLos call center invaden la intimidad de los
hogares, residencias y, lo que es peor, de las personas. Uno se
pregunta quiénes facilitan los datos y a qué precio. Lo peor es, no
obstante, cuando decides darte de baja de una tarjeta de crédito o de
un fondo de pensiones. Los call center casi llegan a las manos, al
insulto.
Los últimos cuarenta y cinco díÑ‚Âas de cada año se
caracterizan por una ofensiva publicitaria masiva que va desde el
buzoneo, hasta la llamada de un/a telefonista de call center, que
generalmente desconoce lo que predica y trata de venderte a costa de lo
que sea.
Este desconocimiento, que descansa en primeras marcas comerciales de tarjetas de crédito, como el caso sangrante de American Express y su acuerdo con Santander (hemos querido darnos de baja y aún no sabemos si lo hemos conseguido, porque las partes se lavan las manos y los de American dicen que son los mejores del mundo mundial), provoca enojos, desasosiego y, lo que es peor, una pésima imagen de marca.
Lo mismo sucede cuando uno decide darse de baja en un fondo de pensiones. La telefonista, que desconoce las más elementales normas en la materia, te insiste, te persigue hasta el catre, por teléfono, claro. No entiende algo tan elemental como que un inversor decida cambiar de fondo, banco, tarjeta o agente financiero porque PIERDE DINERO.
¿Hasta cuándo tal atropello? Mejor comprarse una manta zamorana, porque al menos el vendedor se desgañita y te deja tocar el género. Incluso si compras tres mantas re regala otras dos.
Este desconocimiento, que descansa en primeras marcas comerciales de tarjetas de crédito, como el caso sangrante de American Express y su acuerdo con Santander (hemos querido darnos de baja y aún no sabemos si lo hemos conseguido, porque las partes se lavan las manos y los de American dicen que son los mejores del mundo mundial), provoca enojos, desasosiego y, lo que es peor, una pésima imagen de marca.
Lo mismo sucede cuando uno decide darse de baja en un fondo de pensiones. La telefonista, que desconoce las más elementales normas en la materia, te insiste, te persigue hasta el catre, por teléfono, claro. No entiende algo tan elemental como que un inversor decida cambiar de fondo, banco, tarjeta o agente financiero porque PIERDE DINERO.
¿Hasta cuándo tal atropello? Mejor comprarse una manta zamorana, porque al menos el vendedor se desgañita y te deja tocar el género. Incluso si compras tres mantas re regala otras dos.
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