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BOSQUIMANOS EN LA BOLSA

Moisés Romero - Viernes, 10 de Marzo
{mosimage}Es un pueblo casi extinguido y muy curioso. Los bosquimanos confunden, con frecuencia, la realidad con la ficción, porque es su forma de entender la Vida. En la Bolsa actual, el parangón alcanza su máxima expresión. Hay participantes en el mercado recién llegados que comparten sus creencias con las vivencias de los que llevan años por estos lares. La combinación de pareceres, siempre con el acicate de una especulación creciente, que es el sello secular de la casa, hace que la Bolsa esté más viva que nunca. Además, vuelve a resaltar ahora el peligro entre la ficción y la realidad ¿dónde está la frontera de ambas circunstancias? Nadie lo supo nunca. Es lógico que ahora tampoco se sepa, porque esa es la magia de la Bolsa.
El bosquimán es un pueblo de África meridional al norte de El Cabo. Los bosquimanos son los únicos representantes puros que quedan de la raza khoisan. Viven de la recolección y de la caza. A causa de las persecuciones a que les han sometido las tribus negras sudafricanas (bóers) se han visto obligados a vivir en las estepas y el desierto del Kalahari. Entre otras cosas, su religión consiste en un vago animismo, además adoran a la Luna y creen en la existencia de un Ser Supremo Creador.

Esta breve introducción antropológica viene a cuento de las diferentes etnias que se asientan en los mercados de acciones desde el profesional de la especulación, que dejó de adorar a los ladrillos para mantener una fe ciega en la luna de las acciones; hasta la desilusionada horda de inversores a largo plazo, que han comenzado a aborrecer la liturgia fiscal, porque no les queda otra opción, pasando por los gestores de fondos que se fuman un puro, porque a ellos sólo les interesa el volumen de intermediación, hasta recalar en territorio de los grandes fondos apalancados en derivados, que son los que hacen encajes de bolillos para que los íт­ndices del mundo caminen cogidos de la mano, sin sobresaltos. Es fácil, en este entramado, que realidad y ficción se mezclen.

Los bosquimanos bursátiles, los bolsistas de siempre, cada vez son menos. Cada vez se sienten más acorralados por el íт­mpetu de las nuevas tecnologíт­as, por la vorágine de los procesos de formación de los cambios, capaces de subir al cielo y bajar al infierno en el mismo díт­a. Los bosquimanos bursátiles han perdido, de este modo, sus costumbres. También, la fe, porque las cosas se suceden a velocidad de vértigo.

¿Es mejor o peor el actual decorado bursátil, jaleado por una especulación rabiosa, a cara de perro? Hay disertaciones abundantes en este sentido, sin que nadie haya logrado llevar el ascua a su sardina. Uno de los más viejos bosquimanos de la Bolsa ha dicho hace unos díт­as que lo que sucede ahora no es ni mejor ni peor, es lo que hay. Son habas contadas.

twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero

Moisés Romero




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