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AULNAY-SOUS-BOIS (3)

Santiago Niño Becerra - Jueves, 09 de Febrero

Las/los jóvenes de hoy cuya edad media se sitúa entre los 14 y los 20 años son especiales; me dirán que todos las personas con esa edad lo han sido, y síт­, es cierto, pero los de hoy lo son aún más; por mi profesión esto es algo que conozco muy bien. Estas jóvenes y estos jóvenes de hoy, cuando conocen a alguien, le escudriñan detenidamente y tratan de descubrir sus puntos débiles; cuando lo han conseguido, y si ese alguien no instala elementos disuasorios claros que incorporen la parte sentimental y afectiva, tratarán de destrozar a quien tengan enfrente, no por sadismo, por pura supervivencia; este mismo esquema lo aplican en el momento en que acceden a un entorno nuevo, sea una escuela, una facultad o un vecindario.

Estas jóvenes y estos jóvenes saben adaptarse muy bien a los nuevos escenarios, saben como aprovechar sus posibilidades; no protestan, no reivindican a gritos, no discuten; pero cuando, una vez conocida la situación, creen poder obtener algo que para ellos es importante, el nivel de violencia -de todo tipo de violencia- al que pueden recurrir puede ser inimaginable; a diferencia de los jóvenes del 68, no les va la filosofíт­a; les va la realidad, lo que puede tocarse; y porque han vivido que la pasta es esencial, la pasta les va, y mucho.

Los jóvenes que protagonizaron los sucesos de Mayo del 68 escribieron en los muros de la Sorbonne cosas como "Bajo los adoquines está la playa" y "Prohibido prohibir"; estos que en Francia protagonizaron los Sucesos de Otoño del 2005 no escriben nada en los muros de ninguna Sorbonne porque sus realidades son muy diferentes. Aquellos queríт­an cambiar el mundo, estos quieren obtener su lugar en un mundo que, perciben, no les necesita, no perder lo poco, o mucho, que hasta ahora han obtenido. Los del 68 sabíт­an que eran necesarios a un sistema que decíт­an odiar, los del 2005 saben que el sistema no les necesita. Los de hace cuarenta años queríт­an su libertad, estos ya la tienen aunque les sirva para muy poco.

Prácticamente, la totalidad de los padres de los jóvenes que en el Paríт­s del 68 gritaban "¡Parad del mundo! ¡Quiero bajarme!", o eran burgueses o teníт­an una mentalidad burguesa, y en cualquier caso, contaban con un empleo. Los progenitores de los jóvenes que en el Aulnay-sous-Bois del 2005 han incendiado automóviles y edificios, independientemente de que sean musulmanes practicantes, o no, o cuentan con un empleo que a duras penas les permite existir o se mueven por los difusos márgenes de una sociedad que cada vez perciben más difíт­cil de asir.

Han comenzado los jóvenes franceses descendientes, en su mayoríт­a, de antiguos emigrantes, pero no se engañen: esperen a que los que hoy, por ascendencia o por posición social, que creen que en el futuro podrán conservar parte de lo que tienen sean conscientes de que el bienestar pertenece al pasado, de que el sistema ya no les necesita; posiblemente los hijos de una familia decente no quemarán automóviles, pero no necesariamente la quema de unos cuantos automóviles -aunque sean 6.000- tiene que ser la forma más violenta de protesta.

¿Se imaginan a estos jóvenes -a éstos, no a los de hace cuarenta años-, inmigrantes, descendientes de emigrantes o locales, musulmanes o cristianos, sin expectativas ciertas de empleo arrinconados en los bordes de un sistema nuevo que cada vez precisa menos de su capacidad? Imagíт­nenselos en Paríт­s, pero también en Barcelona, en Aulnay-sous-Bois, síт­, pero también en un suburbio de Valencia, Bilbao o Madrid; no hoy, dentro de un par de años, cuando las ?cosas no vayan tan bien' como ahora nos dicen que van.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economíт­a IQS. Universidad Ramon Llull.


@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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