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EL ÚLTIMO, ESO, QUE APAGUE LA LUZ

Moisés Romero - Jueves, 23 de Marzo

{mosimage}En los numerosos juegos de simulación  a los que se presta la Bolsa el de la opa en opa y tiro porque me toca está de moda. En el supuesto de que se formalizaran, tarde o temprano, todas las operaciones corporativas que se pregonan de puertas adentro del mercado habríт­a que cerrar la Bolsa española, porque no quedaríт­a empresa cotizada, acciones para comprar ni vender. Si hacemos bueno el juego de las fusiones sucederíт­a algo similar, toda vez que el mercado nacional quedaríт­a compuesto por media docena de grandes monstruos de la banca, la energíт­a, las telecomunicaciones y la industria. Lo normal es, no obstante, que no sucedan ambos fenómenos y que haga patente el dicho de maricón el último. O si se prefiere, que el último apague (y pague, de paso) la luz. A ver quién se queda colgado de la brocha.

La exposición inicial es pura entelequia en estos momentos, pero posible con el paso del tiempo. Sólo hay que echar un vistazo a la historia reciente de la Bolsa española para certificar su lenta defunción debido a la estrechez manifiesta de la misma y a la manida perorata de que ni están todos los que son ni son todos los que están. La representatividad de la Bolsa española ha sido la gran asignatura pendiente sin que el paso del tiempo haya logrado mejorar este perfil.

Conforme han pasado los años, la concentración bancaria ha sido espectacular, lo mismo que la eléctrica y la industrial. Sólo Telefónica se ha mantenido en pie y ha extendido sus tentáculos, aunque con actuaciones muy comprometidas, eso síт­, en la época de la exuberancia irracional marcada por los valores tecnológicos. En este proceso no han cuajado, además, las nuevas salidas a Bolsa, unas veces por las singularidades de las empresas y su presencia corta en el entramado económico nacional, otras, porque se trataba de dar un pelotazo en épocas de calentura bursátil.

Las empresas nuevas que salen al mercado no sólo no convencen, como el caso de Corporación Dermoestética, una de las que más gastan en publicidad respecto a los recursos que maneja (¿por qué será?) sino que incomodan a los mejores gestores y analistas. Otras, abatidas porque nadie les presta atención hacen las maletas y ponen en marcha opa de exclusión.

En la situación actual hay, además, un matiz psicológico muy importante ¿Por qué tanta prisa en acelerar movimientos corporativos? ¿Por qué tanta opamaníт­a? ¿Acaso no son  las propias empresas las que deciden coger las de Villadiego, porque esperan, barruntan ya tiempos peores? De ser esta presunción cierta, la acepción el último que apague la luz seríт­a otra, más peyorativa y de peor calado. Mientras tanto, son muchos los participantes en el mercado los que comienzan a abandonar las salas de contratación en clara alusión a aquello de maricón el último, porque se trata ahora de no quedarse colgado de la brocha. O lo que es lo mismo, esto de la opamaníт­a comienza a oler a fiambre.

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Moisés Romero




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