La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

UN CASO DE VENTRILOQUIA QUE LLEVA A LA LOCURA

Moisés Romero - Lunes, 19 de Junio
ventriloco En las cosas de la Bolsa los tiempos vuelan y el que vuelve la vista atrás, como le sucediera a la mujer de Lot cuando abandonaba junto a su marido Sodoma y Gomorra, se queda petrificado o convertido en estatuas de sal por designio divino. Tal es la celeridad con que se suceden los acontecimientos, que los métodos de antaño no tienen relevancia hoy, de igual modo que los actuales quedarán viejos mañana, antes, incluso, de que suene la campana anunciando la nueva tanda. En este encuadre, la Bolsa actúa con los papeles cambiados. De ser la gran protagonista pasa a ser actriz de reparto, relegada a un segundo plano para volver a continuación a tomar el mando y poner las valoraciones empresariales en su sitio. O sea, sólo sirve de escaparate, pero no para dinamizar la economía y las finanzas, su papel teórico. Lo que muchos se preguntan es si este cambio favorece o perjudica al inversor. Pero ¿acaso no habría que definir, también, al nuevo inversor en Bolsa?
O dicho de otro modo. La Bolsa ha pasado de proyectar y conformar el entorno empresarial, incluso financiero, a ser mera espectadora de lo que sucede a su alrededor. La Bolsa, según los manuales al uso, sirve para canalizar inversiones que apoyan los planes de futuro de las empresas cotizadas. Por eso, alguien dijo que la Bolsa era un mercado eficiente en la asignación de recursos, que premiaba a los buenos y castigaba a los malos. La función difícil, siempre compleja, del inversor es, precisamente, distinguir a unos, los buenos, de otros, los malos, porque en el empeño se juega su fortuna.

Es un caso de ventriloquía,
que es el arte que tienen algunas personas para modificar su voz de manera que parezca venir de lejos, del muñeco que portan en la mano o de alguien misterioso detrás de las bambalinas. El ventrílocuo imita, además, a personas, animales y seres extraños. Algunos de los escuchantes no saben de dónde provienen las voces y enloquecen, como enloquecen con los movimientos endiablados de la Bolsa en las últimas semanas toda vez que ignoran la procedencia, el porqué de tanto muerto en el campo de batalla.
 
En este mismo esquema, la Bolsa era el receptáculo idóneo elegido por multitud de compañías para demandar recurso,s a través de las ampliaciones de capital con prima de emisión. Quizá sea el papel más interesante del mercado de capitales. En el pasado remoto funcionó de esta manera. Pero los tiempos cambian y en la actualidad las empresas amplían capital gratis, que es algo así como un engañabobos contable y fiscal, pero que no detrae fondos de los accionistas. Además, son muchas las que aprovechan las bondades teóricas del exceso de liquidez y la ambición por obtener plusvalías rápidas para sacar sus acciones al mercado y detraer fondos con ellos, que van destinados a los bolsillos de sus mentores.
 
Hay más. No hace mucho, la Bolsa era el termómetro de la actividad económica, financiera y política de un  país. El dinero entraba y salía a golpes de estado de ánimo y de humor, según los acontecimientos del entorno. En la actualidad, la Bolsa es uno de los grandes casinos del mundo donde confluyen, especulan y se retan las grandes fortunas, batalla incruenta y dineraria a la que se unen inversores de medio pelo, especuladores y amantes del dinero en general.

Hay una larga serie de aspectos más que demuestran cómo el papel de las Bolsas ha cambiado de manera drástica. Por eso, el protagonismo de ahora es el de la puja por sectores estratégicos, como energía, petróleo y bancos. Por eso, la Bolsa está apoltronada, eso sí, en primera fila, siguiendo el desenlace, aunque, como ahora, saca el látigo y recuerda a los participantes que en cuestión de valoraciones se ha ido muy lejos.

twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero

Moisés Romero




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