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REFORMA-1

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 17 de Mayo

(‘Ayer' hablé de este tema pero, conscientemente, me reitero). Según se nos dice, todo el mundo que es algo en el planeta del Empleo está satisfechísimo por la reforma que el pasado día 9 de los corrientes salió a la luz tras un montón de meses de discusión y análisis.

Yo no lo estoy (satisfechísimo) y, atención al dato, mis alumnos -recuerden: 20 / 21 años- tampoco (en clase, como tenía que ser, estuvimos analizando las consecuencias económicas del texto).

El objetivo declarado de la reforma es triple; uno, explícito: reducir la escandalosa tasa de temporalidad de la población ocupada del reino; dos, implícitos: mejorar la productividad y mejorar la calidad del empleo. Lo primero, puede -puede- que se consiga, pero, de ningún modo van a conseguirse los otros dos.

La demanda de trabajo -las compañías- contratan la oferta de trabajo -las trabajadoras y los trabajadores- que necesitan. Si las previsiones de su cartera de pedidos son crecientes en un horizonte temporal dilatado, contratarán, en principio, indefinidamente (luego nos ocuparemos de ese ‘indefinidamente'); si no lo son, lo harán de forma temporal; y eso será así, independientemente de los costes del despido.

Lo anterior es cierto en términos generales, es decir, sin entrar a considerar algo que es fundamental: el valor añadido de lo que la compañía contratante fabrica o elabora. Una compañía que fabrique bienes o elabore servicios de bajo valor añadido cuya cartera de pedidos no tenga unas perspectivas positivas en el largo plazo, no contratará de forma indefinida, pura y simplemente, porque no le van a salir los números... a no ser que sus fabricados sean de tan bajo valor que precise una mano de obra de tan baja cualificación y de tan bajo coste laboral, que las subvenciones que contemplan la reforma le compensen; que gane pasta con el asunto, vamos.

Si esos números no salen, las empresas no van a reducir su tasa particular de temporalidad, por lo que, esa reforma está orientada a las compañías generadoras de reducido valor añadido que emplean una mano de obra de baja cualificación y que les ocasiona unos costes laborales muy bajos. En ese colectivo sí puede reducirse la tasa de temporalidad pero, entonces, ¿puede alguien explicar dónde se encuentra la mejora de la productividad y la de la calidad del empleo que los defensores de la reforma promocionan?.

Las compañías generadoras de alto valor, que ocupan una posición destacada en su subsector y que emplean una oferta de trabajo de alta cualificación, es decir, las empresas que crean empleo de calidad, van a pasar olímpicamente de la reforma porque no la necesitan, y no la necesitan porque, o bien utilizan mano de obra temporal en momentos puntuales para tareas puntuales y la reforma no les va a solucionar nada -los importes de esas subvenciones son de risa para esas empresas- o, ahora ya, no recurren a la temporalidad.

En consecuencia, llegamos al núcleo del problema -que los políticos y sindicalistas, TODOS, callan-: esta reforma está diseñada a la medida de España, un país poblado de empresas generadoras de bajo y medio valor añadido, con tasas de inversión muy reducidas y que precisan una mano de obra de no excesiva cualificación. ¡Pues qué bien!.

 

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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