La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

AMBICIÑ“N Y MIEDO, MIEDO Y AMBICIÑ“N MUEVEN LA BOLSA

Moisés Romero - Jueves, 25 de Mayo semaforos

Corren ríos de tinta, como corresponde a los grandes eventos y éste no es otro que la debacle de los mercados, que han sido capaces de arrojar por la borda en apenas una semana todo lo almacenado durante cinco meses y medio. Los cronistas, por obligación, y los observadores, por devoción, lanzan al espacio inmensos epistolarios, razones a toro pasado, que confunden más que clarifican el panorama. Unos dicen que van a subir los tipos de interés, otros que la economía se va a parar en seco. Muy pocos acuden a las recetas de siempre, que no son otras que las valoraciones de las mercaderías según las expectativas de futuro. En el aquí y ahora de la Bolsa hay, no obstante, mucho de ambición y de miedo. Son consustanciales a los mercados y lo seguirán siendo por los siglos.

En los dos últimos años, los mejores analistas del mercado han señalado que no existían razones de peso suficientes para apoyar el recorrido alcista de los diferentes activos cotizados, tanto las acciones, como los bonos o las commodities. Tampoco, para alardear de rentabilidad sin límite en instrumentos y activos no regulados, como los inmuebles, los sellos, las monedas, las piedras preciosas, la pintura o las maderas nobles. Todos los activos, no obstante, han mantenido impasibles una trayectoria alcista, que en algunos casos han supuesto récords históricos.

La valoración de activos siempre viene determinada por la ley de la oferta y la demanda, nítida y transparente en los mercados organizados y opaca e incierta en los no organizados. A su vez, la oferta y la demanda están inducidas por innumerables factores que van desde la situación del entorno hasta el estado de ánimo de los actores pasando por los fundamentos, sólidos o débiles, de los activos que se compran y se venden.

Hay en este proceso secular un fenómeno de evaluación imposible, que es el que hace más difícil el seguimiento de las tendencias. Se trata de la avaricia humana, de la ambición sin límites, cuando todo pinta bien, y del miedo, cuando pintan bastos. Ambición y miedo se dan la mano, como los extremos que se tocan, y por eso se pasa de un estado a otro en milésimas de segundo.

En el movimiento actual hay mucho de pánico, de miedo contagioso, lo que se denomina efecto manada. Antes, no obstante, sucedió lo contrario. El alza de las Bolsas fue la mejor propaganda, casi la única para seguir captando adeptos. Las Bolsas han estado dos años mirándose el ombligo. El hecho de que no bajara, con un entorno muy peligroso ha animado a muchos inversores a tomar posiciones. Ahora quieren cotizar en pocos segundos lo que no han cotizado en años, como son los enormes desajustes en el mundo. Lo mismo sucede con el miedo. Las escenas de los últimos días eran propias del fin del mundo.

Ni blanco ni negro, sino todo lo contrario. Pronto reaparecerá la ambición y más tarde el miedo para volver a empezar más tarde en sentido contrario.

twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero

Moisés Romero




[Volver]