La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

DEL EXCESO DE CONFIANZA SE PASA AL EXCESO DE DESCONFIANZA

Moisés Romero - Jueves, 15 de Junio
pingpong La frase no es nuestra, aunque la Bolsa está plagada de encuentros y desencuentros, de odios y amores casi de manera simultánea. La advertencia la hizo Alan Greenspan en un día de verborrea más simple de lo que era habitual en él. Los viejos bolsistas insisten en que los mercados están repletos de estados emocionales, que son, en definitiva, los que más influyen en el proceso de formación de las cotizaciones. A veces, el mercado representa un frontón, con una pelota golpeada sin piedad, que va y viene a velocidad de vértigo. Ahora, hemos pasado en apenas tres semanas de un exceso de confianza a un exceso de desconfianza, del optimismo a raudales al pesimismo sin ambages.

Es el momento del análisis sosegado, de la reclusión en busca del silencio y la meditación. No son días de faenar por los mercados ni de dejarse seducir por los cantos de sirenas de mal agüero. Como en otros tantos procesos del ciclo actual de la Bolsa, las cosas no son hoy blancas para pasar a ser negras al día siguiente, y al revés. La ley del péndulo azota, con frecuencia, a los valores cotizados. Si no se está en la oleada perfecta, al compás, lo normal es que los vaivénes te expulsen del coso, como ya ha sucedido a muchos actores, según cuentan las crónicas de última hora y se comenta en los cenáculos habituales.

Abunda en las últimas tres semanas el sentimiento de que el ciclo alcista iniciado hace unos años ha llegado a su fin y que la prueba evidente de ello es la desaparición en pocos días de las importantes ganancias acumuladas durante meses. Es la actitud despiadada de los mercados, su lado más cruel, que para muchos es la certificación de que los días de vino y de rosas se han acabado.

A las puertas del verano, las emociones se confunden, como si se tratara de un estado de embriaguez mayúsculo, que tan pronto provoca euforia en el borracho como depresión y llanto. Ha sido muy rápido, en fin, el tránsito desde el exceso de confianza al exceso de desconfianza, del blanco al negro, de la noche al día. La historia demuestra que estas situaciones siempre son coyunturales y que siempre se impone el sentido común. Paciencia y barajar.

Hablan los sabios, así, de la normalización de los diferentes procesos, de las diferentes valoraciones de los activos. Normalización es, en este caso, el camino que conduce al abaratamiento de los activos, desde las acciones a los inmuebles pasando por los bonos o las commodities. Normalización es, también, el sendero que lleva a tipos de interés más altos en el mundo industrializado, en lo que es la búsqueda de los promedios históricos.

Lo que falla en este desarrollo es la brutalidad de los movimientos, que chocan frontalmente con el sesgo de la prudencia que debe presidir una estrategia tan importante y decisiva como es la inversión, el poner a buen recaudo el ahorro. Contra esto aún no existe un antídoto eficaz, porque el miedo y el pánico son libres. Pero nunca, en fin, la ley del péndulo duró mucho por estos pagos.

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Moisés Romero




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