La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

“PEDIMOS UN CRÉDITO PARA COMPRAR UN COCHE Y…PERDIMOS EL COCHE”

Moisés Romero - Viernes, 18 de Agosto
Ana María y Vidal son pareja de hecho desde hace año y medio. Ella es directora financiera de una multinacional de la alimentación y él ingeniero informático. Descubrieron hace dos años las excelencias de una Bolsa que no conocía el miedo ¡Quién dijo miedo! y manifestaba enormes dotes de superación ante circunstancias adversas tanto en el terreno de la geopolítica como en el del alza de las materias primas. O dicho de otra manera, dos años de subida ininterrumpida del mercado que ha actuado como acicate y animador para atraer a más actores a su coso. Ana María y Vidal pidieron en abril un crédito para comprarse un coche de gran cilindrada. El banco no puso pegas pero el concesionario retrasó la entrega. Nuestros protagonistas de carne y hueso tuvieron la idea fantástica de especular con ese dinero en Bolsa hasta que llegara el coche de Alemania. Todo iba bien...

...Sobre ruedas hasta que una pequeña brizna inflacionista, la que se detectó el 9 de mayo y ahora se acaba de confirmar en Estados Unidos, fue suficiente para prender fuego al castillo de cartón en el que se habían convertido las Bolsas del mundo. La violencia bajista, como se sabe, fue atroz e impidió a muchos participantes en el mercado actuar con celeridad.

"Estaba dormitando en mi despacho con el ordenador conectado a mi brocker en tiempo real. Dí una cabezadita de media hora y cuando abrí los ojos me los tuve que frotar con fuerza, porque el Ibex caída a plomo ¿Qué hago ahora?, me dije atolondrado. Me puse a temblar, porque el dinero empleado en  la Bolsa estaba destinado a la compra del BMW. Decidí que pasara la tormenta y consultar con mi pareja".

"Al día siguiente llegó la calma y me mostré más entusiasmado. Pero al otro día volvió la violencia. Imposible escapar del incendio. Se nos ocurrió doblar la apuesta a crédito, que es lo peor que puede hacerse en estas circunstancias. Tres días después llegó otro huracán bajista y lo perdimos casi todo. Decidimos entonces ponernos cortos, con la creencia de que el mercado no recuperaría el pulso. Otro tremendo error, porque la Bolsa no solo no ha recuperado el descalabro de entonces sino que se encuentra en máximos del año. Es obvio que nos hemos quedado sin coche y, además, tenemos que pagar el crédito de un coche que no tenemos".

Historias ciertas como ésta abundan por estos pagos  en las últimas semanas en un fenómeno que se repite hasta la saciedad en todos los ciclos. La Bolsa suele enseñar su mejor cara, esbozar su sonrisa más amplia, durante semanas, meses, incluso años. Con ello logra reunir a numerosos participantes deseosos de batir marcas de enriquecimiento súbito, lo que se conoce en el argot como dar un pelotazo. La Bolsa, con frecuencia, se muestra díscola y de un zarpazo se carga el tenderete. Es decir, impide reaccionar y todos quedan atrapados.

Esta es la lección de lo expuesto ahora que vuelve el vino y las rosas a las Bolsas. La violencia bajista, por atroz y despiadada, es un fenómeno nuevo, que volverá a aparecer en cualquier momento. Se produce de manera intensa en cortos periodos de tiempo de tal modo que el mercado es capaz de eliminar de una tacada todas las ganancias acumuladas con esfuerzo durante años. Uno se pregunta ¿merece la pena jugar a a este enredo? Los sabios contestan que es lo que hay. Por lo demás, que siga la fiesta.

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Moisés Romero




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