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Microsoft

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 12 de Julio

Ayer les hablé de un tema que abordé hace un tiempo, hoy voy a hacer lo mismo.

Una de las cosas que más me sublevan del Capitalismo es su incongruencia; sí, han leído bien, su incongruencia. Microsoft es una compañía que ha conseguido que un producto que ella fabrica lo incorpore el 95% de unos cacharros denominados ‘ordenadores' que son esenciales en el mundo mundial. Microsoft, por otra parte y dentro de la más pura lógica económica, ha desarrollado una serie de elementos que se entienden de maravilla con ese producto; pues bien, desde hace unos años, a Microsoft se le está castigando por ello: el último acto de esta obra se está representando en estos momentos.

Por favor, ni se les ocurra pensar que Mr. Bill Gates me ha pagado una comisión por escribir lo que Uds. están leyendo; lo escribo porque no soporto que no se sea congruente con los principios de partida o, dicho de otro modo, variar las reglas a media partida.

Dicen las crónicas que Mr. Bill Gates utilizó malas artes para apropiarse de la madre del tema: el sistema operativo DOS y que, en un golpe de genialidad, en vez de vendérselo a IBM, se lo alquiló a tanto por instalación; bueno, a IBM y a los clónicos que fueron siendo fabricados por otros. A partir de ahí Microsoft comenzó a expandirse como una mancha de aceite y la compañía empezó a colgar cosas del sistema que años después diseñó, el más famoso de los que ha diseñado y copia, continúan diciendo las crónicas, de otro de su teórica competencia: Windows 95.

Y aquí empezaron los problemas. Nadie investigó nada cuando insistentes rumores fueron extendiendo los malos modos de la compañía de Seattle, nadie; sin embargo, cuando sus desarrollos empezaron a incidir masivamente en las posibilidades de negocio de otras compañías (no cuando incidían ‘levemente', recuerden Netscape), entonces comenzó la tormenta antimonopolista. Señoras y señores que ahora persiguen a Microsoft: ¡Uds., en base a las reglas del Capitalismo, son quienes permitieron que Microsoft llegase a donde ha llegado!; es decir, criticar y juzgar a Microsoft equivale a criticar y juzgar las reglas del Capitalismo y sus propias decisiones.

Luego hay otro tema. Si no lo han hecho, les invito a que, por ejemplo, utilicen el Windows Media Player de Microsoft y el Real Media Player de RealNetworks; y les desafío, si son usuarios ‘normales', a que encuentren diferencias que les convenzan de que uno es mejor que el otro: sencillamente, ¡no las hay!; sin embargo, se condena a Microsoft a que venda Windows sin su aplicación multimedia; y, también, a que su próximo sistema Vista no incorpore un antivirus, ¿por qué si funciona tan bien cómo cualquier otro y es un desarrollo propio?; suponiendo que la Aspirina acaparase el 95% del mercado mundial de ese tipo de productos, ¿se condenaría a Bayer por incorporar un accesorio a su Aspirina de modo que nadie estuviese interesado en adquirir los accesorios fabricados por otras empresas?.

Sin embargo, el principal problema del que hoy Microsoft adolece: la escasa fiabilidad de varios de sus desarrollos, de eso, no se ocupa nadie; ¿curioso, verdad?. (Tampoco se ocuparían las autoridades pertinentes si, teniendo el 95% del mercado de ‘aspirinas', Bayer comenzase a distribuir una porquería de Aspirina?).

Coherencia, por favor; un atributo del que, por desgracia, se carece en demasía o que, para mayor desgracia, se maneja con excesiva discreción.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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