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Ritornello

Santiago Niño Becerra - Jueves, 20 de Julio

Periódicamente las cosas vuelven -algunas tras haber pasado muy poco tiempo-; tal es el caso de los costes laborales.

La mayoría de análisis que de la economía española se elaboran tienen una estructura parecida: lo que sucede, las expectativas a corto plazo, lo que se espera a medio y largo plazo, y un catálogo de remedios para curar un largo plazo que, en su mayoría, los dichos análisis no ven excesivamente halagüeño. Pues bien, el 100% -casi- de dichos análisis ponen el acento en los costes laborales vigentes en el reino, en una excesiva protección al empleo y en la rigidez del mercado de trabajo español; y no digo que eso no sea así, pero sí que la historia comienza más atrás. Me dirán que, anteriormente, ya he tratado este tema, y sí, pero yo también retorno; puedo, ¿no?.

El nivel salarial del factor trabajo no representa un problema; da igual cuanto se le pague a una trabajadora o a un trabajador; tampoco es, en absoluto, importante el monto de contribuciones fiscales y cotizaciones sociales que por una trabajadora o por un trabajador haya que devengar; lo único importante, lo único fundamental con respecto al factor trabajo, a cada trabajadora y a cada trabajador, es su nivel de productividad..

Si la productividad es elevada, el coste laboral debe serlo. Una trabajadora o un trabajador con altos niveles de productividad debe ser largamente remunerada/o, ¿por qué?, pues porque el valor que aporta justifica su elevada remuneración, y el empleador debe estar gozoso de remunerar tan elevadamente a alguien que aporta tanto valor a su proceso productivo. Así de fácil y así de simple. La protección del factor trabajo, en este caso, será máxima: el empleador hará lo que sea para que trabajadoras y trabajadores tan productivas/os no se vayan; y, también en este caso, el mercado de trabajo será altamente inflexible debido a que la movilidad de trabajadoras y trabajadores tan bien remunerados y tan bien conservados será muy reducida.

Evidentemente, lo dicho en el párrafo anterior constituye una situación ideal, el problema es que el Reino de España se encuentra en la situación opuesta. Al estar el factor trabajo español especializado -en su gran mayoría- en fabricar y elaborar bienes y servicios de bajo valor, su productividad es baja, y como el valor de lo fabricado y elaborado es bajo, no existe una alta justificación para invertir a fin de elevar la productividad; la solución es obvia: reducir salarios, flexibilizar el mercado de trabajo y reducir la protección de la población ocupada. Pero hay más.

Como el reino ya no puede devaluar la peseta (entre otras cosas, porque ya no existe), los fabricados y elaborados del reino no pueden ganar competitividad, perdón, no pueden dejar de perder competitividad, debido a que, por lo antes dicho, la productividad española no mejora, por lo que, también por lo dicho, se pide la reducción salarial, una mayor flexibilización del mercado de trabajo y la reducción de la protección de la población ocupada.

Resumen del resumen: el problema de España no es laboral es de productividad, lo que sucede es que intentar resolver ese problema acarrearía problemas laborales, y eso ...

¿Por qué seremos tan pocos los que decimos algo tan evidente?.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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