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Gráficos

Santiago Niño Becerra - Lunes, 24 de Julio

Las representaciones gráficas de las series temporales de datos son uno de los instrumentos de análisis más útiles que la inventiva humana ha creado.

Recuerdo, hace años, un gráfico de la evolución de los muertos causados por los conflictos ‘zonales' en África a lo largo de los años: ponía los pelos de punta. Sin llegar a tanto, El País, en la página 90 de su edición del Domingo 9 de Julio, publicó uno que, aunque menos, también los pone; les sugiero encarecidamente que, si no lo han visto, le echen una ojeada.

El gráfico muestra la evolución de la amortización del capital y la progresión del monto de intereses satisfecho por una hipoteca de 170.000 € a un plazo de 50 años. Tan impresionante como el gráfico es la leyenda que le acompaña: "Capital solicitado: 170.000; Intereses abonados: 223.421; Total pagado: 393.421". Es decir, que solicitada en el año de gracia del 2006 una hipoteca de 170.000 € a 50 años, su pago finalizará en el 2056 habiendo satisfecho la totalidad del capital y unos intereses que equivalen al 131% del capital pedido.

El gráfico y su leyenda me han hecho pensar, sobre todo teniendo en cuenta lo que se nos viene encima. En el siglo XII, 50 años eran una minucia; la esperanza de vida no sobrepasaba los 25, y muy pocas cosas eran distintas en 1162 a como lo eran en 1112; de hecho, la mayoría de la población permanecía, toda su vida, circunscrita a un círculo de 50 Km. de radio.

Hoy, lo que ayer salió como novedad novedosa, mañana es historia. Hoy, cuando Uds. van al concesionario a recoger el magnífico automóvil que han adquirido, su valor ya se ha depreciado un 20% en el mismo instante en el que un registro informático le asignó una matrícula. Hoy, 50 años son tres -o cuatro- eternidades. Si hoy ignoramos cuanto va a incrementarse el precio del crudo el mes que viene, ¿cómo puede calibrarse la evolución de la propiedad inmobiliaria y de los tipos de interés dentro de 30 años?.

Hoy, la mera idea de lo-que-sea -una hipoteca, por ejemplo- a cincuenta años -o a 20-, es, pura y simplemente, un absurdo; una hipoteca a 50 años significa tener la seguridad de que todos los parámetros macro y macroeconómicos que regulan la vida económica, van a continuar significando lo mismo y valiendo lo mismo que hoy; más aún, significa considerar que esos parámetros van a seguir existiendo.

Claro, Uds. pensarán que las instituciones crediticias, las personas, las compañías, deben partir de algo, tienen que asirse a algo para continuar operando, y supongo que así tiene que ser; pero, con respecto a las hipotecas y a mi modo de ver, hemos perdido el Norte. ¡El 2056!, díganlo despacio, susurrando las palabras, arrastrando las sílabas. Cuentan las crónicas que Robert Fulton, el primero a quien se le ocurrió aplicar el vapor a la navegación naval, realizó una demostración práctica a Napoleón Bonaparte de su idea; el emperador, no obstante, consideró el invento no útil, por lo que lo desestimó. ¿Se imaginan la historia de Europa si Napoleón hubiese contado con buques a vapor?.

¿Se imaginan el impacto sobre una hipoteca a 50 años -y a veinte- de una crisis que retuerza y modifique las bases sobre las que se asienta nuestro sistema?. Simplemente estremecedor, ¿verdad?.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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