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Funcionarios

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 02 de Agosto

¡Funcionarios!, para muchas/os, casi (y sin casi) un insulto; ¿por qué?.

En el reino -y, cuando no lo fue- el Funcionariado nunca ha estado de moda; en ciertos momentos de la historia reciente, jóvenes -y no tan jóvenes- han optado a una carrera en la Administración a fin de ‘asegurarse un futuro', un ‘empleo para toda la vida', vamos; pero entre la población de a pie ‘ser funcionario' nunca ha recibido un aplauso generalizado ni ha sido objeto de reconocimiento profesional. La obra de Mariano José de Larra, posiblemente de forma involuntaria, hizo mucho por consolidar esta opinión.

Que Uds. conocerán historietas de funcionarios deleznables, no me cabe ninguna duda (muchas de ellas contadas por alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien a quien le pasó), sin embargo, estoy convencido de que si repasan en su memoria sabrán de funcionarios que desempeñan su tarea con un esfuerzo superior, incluso, al de los mejores profesionales que puedan conocer.

Por todo lo anterior, el recientemente aprobado Estatuto Básico del Empleado Público será una de las normas elaboradas por este Gobierno que mejor recibirá el hombre de la calle (¿por qué las expresiones ‘hombre de la calle' y ‘mujer de la calle' significan cosas distintas?).

Y será bien recibida porque muchas/os dirán: ¡por fin los funcionarios van a tener que trabajar!. Señoras y señores; si al lado de funcionarios de pro, competentes, eficientes, atentos, existían otros desaprensivos, que se columpiaban en sus obligaciones, que no realizaban sus tareas, que maltrataban a quienes tenían que servir (recuerden cual es la denominación que reciben en el Reino Unido los funcionarios: ‘Civil Servants'), la pregunta obvia debería ser: ¿por qué se permitía?.

En el mundo de la función pública sucede algo extraño. Si en una compañía privada alguien que tiene que realizar una tarea por la que se le paga lo fijado no la realiza correctamente, la/el usuaria/o afectada/o reclama a la dirección de la empresa; sin embargo, si una/un funcionaria/o no realiza correctamente una tarea, ‘se va' contra el estamento, no contra sus jefaturas, ¿por qué?.

Uno de los problemas -históricos- del pueblo español estriba en que -al menos hasta ahora- éste no ha sabido percibir el concepto de ‘coste real'. Si una empresa privada, a la que se paga con el dinero que se lleva en el bolsillo, no cumple, se le reclama; si se trata de una/un funcionaria/o, a quien también se paga, no se reclama; se despotrica contra el sistema; extraño, ¿no?.

De una empresa con quien se contrata el suministro de un bien o de un servicio se espera, exactamente, lo que se ha contratado; de la función pública, ¿qué se espera?. Por un lado no se tiene conciencia cierta de que a esa función pública también se la está pagando con pasta que sale del bolsillo, por otro, y en abundantes circunstancias, se cree que esa misma función pública va a / tiene que resolver una nebulosa de problemas abstractos que poco tiene que ver con el departamento o la sección en la que esa funcionaria o ese funcionario se hallan desempeñando su función; curioso, ¿verdad?.

No está mal que se haya diseñado un Estatuto del Funcionario, pero, pienso, que la cosa debería ser más ambiciosa; entre otros objetivos, la cosa debería contemplar qué deben suministrar las distintas Administraciones a las ciudadanas y a los ciudadanos del reino, y abordar qué deben esas ciudadanas y esos ciudadanos esperar de la función pública.

¿Volveremos, como en tantas otras ocasiones a dejar las cosas a medias?.

Santiago Niño Becerra. catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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