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FMI: los bancos europeos continúan sometidos a presiones por los riesgos soberanos

José Luis Martínez Campuzano - Jueves, 19 de Abril

Literalmente… Las importantes medidas de política económica adoptadas recientemente han aportado ciertoalivio muy necesario a los mercados financieros de la zona del euro. Como lo explican los capítulos 1 y 2, los diferenciales soberanos han disminuido, los mercados de financiamiento bancario se han reactivado en parte y los precios de las acciones se han recuperado.

Sin embargo, los bancos europeos continúan sometidos a presiones generadas por los riesgos
soberanos, la fragilidad del crecimiento de la zona del euro, la elevada cuantía de las
renovaciones de créditos y la necesidad de reforzar las reservas de capital para recuperar la
confianza de los inversionistas. Combinadas, estas presiones han impulsado un movimiento
general hacia la reducción del tamaño de los balances.

El análisis de la presente edición del informe
sobre la estabilidad financiera mundial (Global Financial Stability Report, GFSR)
sugiere que la compresión de los balances combinados de los grandes bancos con sede en la
Unión Europea (UE) podría alcanzar US$2,6 billones (€2,0 billones) hasta fines de 2013, es
decir, casi 7% del total de los activos. Aunque está rodeada de considerable incertidumbre,
nuestra estimación apunta a que alrededor de una cuarta parte de este desapalancamiento
podría ocurrir a través de un recorte del crédito, y el resto principalmente a través de la venta
de títulos y activos no esenciales.

De acuerdo con la proyección de base, el impacto en la
oferta de crédito en la zona del euro se estima en alrededor de 1,7% del crédito activo actual.
Algunos bancos tendrán que reducir sus balances porque los mercados o los reguladores les
impiden sustentar los elevados niveles de apalancamiento y algunas actividades ya no son
viables.

Pero las consecuencias que podría acarrear un desapalancamiento sincronizado a
gran escala justifican una supervisión encaminada a evitar graves daños a los precios de los
activos, la oferta de crédito y la actividad económica tanto dentro como fuera de Europa.
Contra este telón de fondo, las autoridades europeas necesitan aprovechar las mejoras
recientes para poner en práctica con rapidez las reformas acordadas.

Será crítico evitar
nuevos reveses, sobre todo en los difíciles tiempos venideros, que están sembrados de riesgos
políticos y de implementación de las políticas. La reciente decisión de combinar el
Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera y el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera
es atinada y, sumada a otras medidas recientes adoptadas por Europa, reforzará el mecanismo
europeo de lucha contra la crisis y respaldará los esfuerzos del FMI por reforzar el
cortafuegos internacional. Pero para lograr una estabilidad duradera y emprender una
trayectoria que inspire confianza, estas políticas de gestión de crisis deben estar
fundamentadas en una hoja de ruta que promueva la integración financiera y fiscal de la
Unión Económica y Monetaria.

La mayoría de los mercados emergentes disponen de margen de política para amortiguar las
fuerzas de desapalancamiento moderadas provenientes de la Unión Europea, pero un
escenario a la baja podría poner a prueba su capacidad de resistencia, sobre todo entre las
economías emergentes de Europa. Estados Unidos y Japón, por su parte, no han forjado aún
un consenso político para lograr reducir el déficit a mediano plazo, lo cual perpetúa los
riesgos latentes para la estabilidad financiera. Entre tanto, se está afianzando el marco de
regulación financiera internacional, pero hay acuerdos críticos que aún están pendientes; por
otro lado, la transición a este nuevo régimen podría complicar aún más los retos cíclicos que
enfrentan las instituciones financieras.

La crisis financiera y las inquietudes en torno a la sostenibilidad de la deuda soberana en
algunos países han sido un recordatorio para los inversionistas de que no pueden considerar
verdaderamente exento de riesgos a ningún activo. El capítulo 3 examina las distintas
funciones que cumplen los activos seguros y los efectos de las distintas distorsiones creadas
por las regulaciones, las políticas y los mercados, y analiza los puntos de presión que pueden
formarse.

La conclusión es que, sumadas, la agudización de la incertidumbre, las reformas
regulatorias y las respuestas desplegadas por los bancos centrales frente a la crisis harán que
aumente la demanda. Del lado de la oferta, el número de entidades soberanas cuya deuda se
considera segura está disminuyendo; para 2016, alrededor de US$9 billones en activos
seguros (o aproximadamente 16% del total proyectado) podrían desaparecer del mercado.
Esta situación generará una presión alcista sobre los precios de los activos restantes que se
consideran seguros. Las regulaciones deben formularse con flexibilidad y llevarse a la
práctica de manera paulatina, de acuerdo con un calendario convenido a escala internacional,
para evitar sobresaltos en el proceso de ajuste a un nuevo nivel de precios para los activos
seguros.

El capítulo 4 pone de relieve las implicaciones financieras, potencialmente muy grandes, del
riesgo de longevidad; es decir, el riesgo de que la gente viva más de lo esperado. El capítulo
define ese riesgo, muestra su magnitud —entre 25% y 50% del PIB de 2010, en promedio—
y estima sus efectos en los balances fiscales y las empresas.

Es necesario prestar ya más
atención al riesgo de longevidad, en vista de la magnitud que podrían tener sus efectos en los
balances públicos y privados ya debilitados y de los años que tardan en dar fruto las medidas
de mitigación eficaces. Los gobiernos deben reconocer que se encuentran expuestos al riesgo
de longevidad, poner en marcha métodos para mancomunar mejor el riesgo con los
organizadores de planes de pensiones privados y los particulares, y promover el crecimiento
de mercados para la transferencia del riesgo de longevidad.

http://www.imf.org/external/pubs/ft/gfsr/2012/01/index.htm

José Luis Martínez Campuzano es Estratega de Citi en España




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