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¿A quién se parece más Hollande: a Rajoy o a Monti?

Reuters - Martes, 20 de Noviembre

¿A quién se parece más Francois Hollande?: ¿a Mariano Rajoy o a Mario Monti? En otras palabras: "¿Está condenado el presidente socialista francés a quedarse atrás en materia de re f ormas como le sucede al presidente conservador español o se pondrá por delante como el primer ministro tecnócrata de Italia?

Planteé esta cuestión a mis compañeros de mesa en una cena en París la semana pasada. Francia no se encuentra en riesgo inminente de estallar como insinuó erróneamente la revista The Economist, que ilustró su última portada con unas baguettes representando unos cartuchos de dinamita con la mecha encendida. Francia es mucho más rica que España y su pueblo muestra mejor disposición para pagar sus impuestos que el italiano. Su coste de financiación a diez años es sólo del 2,1 por ciento, en comparación con el 4,9 por ciento de Italia y el 5,9 por ciento de España.

En cualquier caso, el país tiene tres grandes y arraigados problemas que podrían a la larga causa una megacrisis: su gasto público del 56 por ciento del PIB es demasiado elevado; la competitividad industrial sufre una erosión constante y su población no quiere reconocer lo que pasa. Y esto último no puede decirse de los italianos o españoles.

Hollande seguramente comenzó como Rajoy. Durante su campaña electoral, no hizo nada para preparar a la población para los sacrificios que se avecinaban. En lugar de eso, hizo promesas que no pudo cumplir. El presidente francés se pasó los primeros meses de mandato atacando alegremente a los ricos, impulsando impuestos y revocando parte la reforma del sistema de pensiones de su predecesor. Este mensaje anti-empresa ha golpeado la confianza de la comunidad empresarial, justo lo contrario que Francia necesita cuando está flirteando con una nueva recesión.

Hollande, como Rajoy, es un político. Tuvo que salir elegido, un proceso que casi invariablemente fuerza a los líderes a dulcificar sus mensajes. Monti, por el contrario, no tuvo que enfrentarse a las urnas y no ha tenido que incumplir promesa alguna. También tenía -a diferencia de Hollande y Rajoy- una idea clara de los problemas a los que se enfrentaba Italia y no tuvo que perder tiempo en aprender el trabajo.

Hollande y Rajoy se han visto forzados a tomar giros de 180 grados. Ambos, por ejemplo, han subido el IVA y esto en parte ha causado el desplome de su popularidad. La tasa de aceptación de Hollande se ha hundido a sólo el 36 por ciento desde el 60 por ciento que tenía al asumir el cargo hace seis meses. La popularidad de Monti, en cambio, sigue siendo alta.

Dicho esto, Hollande parece más dado a hacer giros de 180 grados que el presidente español. La subida del IVA se utilizará para compensar parte de los ingresos perdidos por los recortes de impuestos de 20.000 millones de euros para empleadores. Esta es una clásica "devaluación interna" que avanzará algo en el restablecimiento de la competitividad de Francia. El resto del dinero para financiar esta reducción fiscal provendrá de recortes presupuestarios, otra buena medida, aunque estos todavía no se han especificado. Hollande también ha adoptado en gran parte las recomendaciones de un informe sobre competitividad que había encargado a Louis Gallois, antiguo jefe del grupo aeroespacial EADS.

El presidente francés también empezó a preparar a la población sobre la necesidad de reformas en una rueda de prensa muy elogiada la semana pasada. Eso es importante porque sugiere que al menos él ya reconoce lo que pasa. Lo que no está claro es si un líder que ha perdido la confianza de sectores de la comunidad empresarial y del electorado puede pasar por nuevos cambios.

En los últimos 30 años, varios intentos de reforma en Francia fueron abandonados a medio camino. Los Gobiernos capitularon ante manifestaciones en las calles y huelgas que protestaban incluso recortes menores de privilegios. Los griegos y los españoles parecen estoicos en comparación.

La devaluación interna fue un ensayo general para la gran prueba de Hollande: reformar un rígido mercado laboral. Es necesaria más flexibilidad para mantener bajos los costes laborales y alentar la inversión de los empresarios. Ambas cosas serán necesarias para que no suba demasiado la tasa de paro, que ya se encuentra en el nivel poco confortable del 10 por ciento.

Desafortunadamente, dos grandes cambios no están en la agenda: el abandono de la semana laboral de 35 horas que tiene Francia y un recorte del salario mínimo. Sin embargo, aún será posible mejorar la competitividad si el paquete de medidas es suficientemente radical.

Hollande aún no ha detallado lo que quiere. En su lugar, ha pedido a empresarios y sindicatos que se sienten a negociar un nuevo acuerdo. Esa fue una táctica empleada por Monti que no resultó efectiva pues la consiguiente reforma laboral italiana se quedó a medias.

Dicho esto, la patronal francesa Medef ha salido con una postura inicial sólida en las negociaciones. Es más, un socialista probablemente está mejor situado que un presidente conservador para persuadir a los sindicatos de la necesidad de un cambio. Así que la cuestión en realidad es cómo de valiente es Hollande.

Mis compañeros de mesa y otras personas que vi en París mostraron divisiones en este tema. Algunos dijeron que haría lo mínimo y en el último momento. Una persona argumentó que aunque Hollande es bueno navegando por bancos de arena políticos, éste no tiene sentido de la orientación. Otras dijeron que era un optimista por naturaleza que entiende que el cambio es necesario pero que subestima la urgencia del mismo. Una persona dijo que podría sorprender a todo el mundo siendo consciente de que reformar Francia es una oportunidad histórica en la que demostrar su audacia. A todos nos cabe esperar que esta es la valoración correcta.

CONTEXTO

Francia creció en el tercer trimestre un 0,2 por ciento, un ritmo superior al esperado, dijo la oficina nacional de estadística el pasado 15 de noviembre. El PIB del segundo trimestre se revisó a una contracción del 0,1 por ciento frente a una lectura anterior plana.

"Francia no es el enfermo de Europa. Francia sigue siendo la quinta potencia económica del mundo que tiene todos sus recursos pero que necesita recuperar su competitividad", dijo el ministro de Economía, Pierre Moscovici, al Financial Times ese mismo día.

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(Investigación de datos por Viktoria Dendrinou)




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