Ayer
Santiago Niño Becerra - Viernes, 14 de Marzo Algunas/os lectoras/es me han realizado comentarios por el tíÑ‚Âtulo de ayer.“Llamando a la puerta del Cielo”. “Tiene varias interpretaciones”, me dijeron algunas/os; “Está claríÑ‚Âsimo lo que quieres decir”, me dijeron otras/os. Lo cierto es que mi intención fue poner de manifiesto que la economíÑ‚Âa planetaria se halla en una situación negativa en la que, hágase lo que se haga, no va solucionarse porque no puede solucionarse, por lo que tan sólo queda, para lo que se quiera, el Cielo.
En la serie “La crisis del 2010”, publicada en lacartadelabolsa a principios de Febrero, se decíÑ‚Âa, ahora se repite: lo que está sucediendo desde hace meses, lo que sucede ahora, no es un desajuste coyuntural provocado por un problema coyuntural, lo que está sucediendo es la manifestación de un problema sistémico que afecta a las bases y a los principios del sistema económico, por ello esta situación va a evolucionar hasta convertirse en una crisis que se va a extender durante los próximos años, hasta que una nueva estructura haya sido definida y se halle operativa.
Tienen razón quienes dicen que las actuaciones de las autoridades monetarias están siendo a la desesperada. A cada díÑ‚Âa que pasa las medidas son más agresivas: inyecciones de cifras crecientes de una liquidez que se queda entre las costuras del sistema, rebajas mayores de tipos de interés que no sirven absolutamente de nada porque los niveles de deuda son ya fíÑ‚Âsicamente insostenibles; pero lo que supera todo lo imaginable y da una medida del calibre de la problemática es la bendición que el pasado Miércoles dio el FMI a que puedan utilizarse fondos del Estado, es decir, los dineros que Uds. y yo pagamos en forma de contribuciones fiscales, entre otros, para sostener bancos con problemas. A eso puede llamársele como se quiera, mundialización del Efecto Tequila, planetarización de la estrategia Northern Rock, o, simplemente, nacionalización y reparto de los efectos de unos agujeros monstruosos a los que se ha llegado porque !, ¿por qué?, ¿por qué se ha llegado a esta situación?.
Hasta el siglo XVI, hasta que los españoles empezaron a traer plata de América, la cantidad de moneda circulante por Europa era muy reducida, motivo por el que valor de un bien y bien en si mismo teníÑ‚Âan que estar fíÑ‚Âsicamente vinculados. A medida que la economíÑ‚Âa fue monetizándose, ambos aspectos pudieron separarse, lo que posibilitó una panoplia creciente de posibilidades de negocio: habíÑ‚Âa nacido lo financiero.
Pero lo financiero, en vez de ser utilizado como un elemento que acompañase al mundo real de la economíÑ‚Âa, se fue convirtiendo en un elemento con vida propia y con cada vez menos vinculaciones con el mundo de la economíÑ‚Âa real aunque en el origen de las transacciones y movimientos financieros pudieran haber habido elementos pertenecientes al mundo de la economíÑ‚Âa real. Tal dimensión ha alcanzado este mundo financiero que hoy, por cada dólar USA que se mueve en el mundo de la economíÑ‚Âa productora de bienes, se mueven más de 350 en el de la economíÑ‚Âa financiera.
Los rendimientos y beneficios que han ido generando la transacción de los productos financieros que se han ido diseñando han sido enormes, casi inconmensurables, rendimientos y beneficios que, al menos en un aspecto, conectaban con el mundo real: el crédito.
Sobre todo desde la II Guerra Mundial, fundamentalmente desde la década de los 80, muy especialmente en los 90 y de forma habitual en los 2000, el crédito ha sido el combustible y el lubricante que ha alimentado al sistema y que posibilitado sus movimientos. Piensen en lo que quieran, da igual: seguro que se hacíÑ‚Âa “a deuda”, deuda que era permitida y deuda que daba lugar a un crédito, crédito que, en cuanto nacíÑ‚Âa, era introducido en el mundo de lo financiero comenzando a regirse por reglas propias.
A más posibilidad de crecimiento económico, más crecimiento de lo financiero; a mayor aumento del mundo financiero, mayor generación de PIB; a más PIB mayor sofisticación en los instrumentos financieros. En las últimas cuatro décadas el crecimiento económico ha sido espectacular; pero ha sido un crecimiento a deuda, no pagado, a futuro, en la creencia de que alguien, en algún momento, en algún lugar y de algún modo, lo iba a pagar. Y todo, absolutamente todo este montaje se sustentaba en una sola cosa, impalpable, intangible e inmaterial: la confianza, la certeza, de que todo eso iba a continuar siendo asíÑ‚Â, si no por los siglos de los siglos, síÑ‚Â por los años de los años.
Los materiales de fisión nuclear son unos elementos muy curiosos: si dos porciones de estos se juntan a una determinada velocidad y el montón resultante tiene una determina masa, se produce una reacción en cadena que ocasiona una explosión tremebunda; pues bien, en Septiembre del 2007 empezó la reacción en cadena del sistema económico internacional: todos los manejos y manipulaciones que se habíÑ‚Âan ido realizando en el mundo financiero, tanto para posibilitar el funcionamiento del mundo de la economíÑ‚Âa real, como para obtener rendimientos puramente financieros resultantes de diseños exclusivamente financieros, se expandieron como en una riada, al mundo real, iniciando un proceso imparable e inevitable que estallará, en el 2010, en una crisis como el mundo no ha experimentado desde 1929, porque, de hecho, los fundamentos de ambas crisis son muy semejantes.
Y por favor, no piensen que soy de los que me lamento: “Si esto se hubiese hecho de otra manera”, “si aquello lo hubiésemos abordado de otro modo”. Las cosas son como son y el pasado no hay quien lo cambie. Ahora podemos despotricar contra esto y contra aquello, pero ha sido debido a lo que ahora nos va a ocasionar una debacle a que, hoy, por ejemplo, la inmensa mayoríÑ‚Âa de las ciudadaníÑ‚Âas de los paíÑ‚Âses desarrollados pueden comer merluza cuando les apetece, o acceder a antibióticos -gratuitos- cuando los necesitan, o disfrutar de unos díÑ‚Âas de vacaciones varias veces al año. Denostar los “errores” del pasado es muy fácil, pero el “progreso” del presente es debido a aquellos “errores”.
Estamos viniendo el final de un ciclo, síÑ‚Â, pero no un ciclo de esos de unos cuantos años, de esos ciclos coyunturales breves y ligeros, sino el final de un ciclo sistémico, y algo asíÑ‚Â tendrá consecuencias; en nuestro caso, que menos personas podrán comer merluza, que puede que alguna vez falte un antibiótico que necesitemos y que este deje de ser gratuito, y que se acaben gran parte de esos díÑ‚Âas de vacaciones -pagadas- que tenemos. Lean historia, lean lo que sucedió en la segunda mitad del siglo XVIII: estamos ahíÑ‚Â. Y cuando los números no cuadran y no se saben hacer cuadrar porque no se puede, llamar a la puerta del cielo puede ser una salida, aunque puede suceder que, en ocasiones, no sirva de nada:
“Llamé al cielo, y no me oyó,
y pues sus puertas me cierra,
de mis pasos en la tierra
responda el cielo, no yo”.
(“Don Juan Tenorio”, José Zorrilla, 1844)
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa IQS. Universidad Ramon Llull.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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