EL PERIODO 2007 - 2018. LA CRISIS DEL 2010 (4)
Santiago Niño Becerra - Jueves, 08 de Marzo A lo largo del 2008 y durante los meses del 2009 previos al estallido de la crisis, todas las medidas desarrolladas estuvieron enfocadas a minimizar lo que ya se consideraba inevitable. Los rectores de la políÑ‚Âtica económica, tanto de los paíÑ‚Âses más desarrollados como de las instituciones internacionales, asíÑ‚Â cómo los gestores de las grandes corporaciones, en el pasado enzarzados en querellas por cuestiones, a menudo, nimias, decidieron coordinar sus acciones; la estrategia adoptada fue simple y, a la vez, impensable unos años antes: cortar con el pasado.El camino elegido, no obstante, respondíÑ‚Âa al calibre de los problemas que se iban manifestando. AsíÑ‚Â, la oferta de petróleo se demostró, ya sin ambages, absolutamente insuficiente para atender la creciente demanda de crudo. Por otra parte, se hizo evidente la inutilidad de la depreciación forzada del dólar estadounidense llevada a cabo entre el 2006 y el 2007, lo que quedó puesto de manifiesto por la continuidad en los déficts gemelos en Estados Unidos. En Europa, el desempeño de su economíÑ‚Âa fue negativo, aunque menor que el de la estadounidense; en cualquier caso, eso en nada ayudó a Europa debido a que la especulación financiera internacional decidió fortalecer a la moneda europea.
Llegados a este punto, y posiblemente este sea el hecho crucial del períÑ‚Âodo, cristalizó en todos los órdenes, tanto económico como políÑ‚Âtico, una idea: el “fin de la ilusión’ que habíÑ‚Âa animado tanto a las sociedades desarrolladas como a las, entonces, denominadas emergentes. Este hecho, la pérdida de la “ilusión’, tuvo efectos perversos sobre los fundamentos del sistema económico al reducir las expectativas particulares -lo que se manifestó en una caíÑ‚Âda muy apreciable del consumo-, y al frenar la capacidad emprendedora. La razón por la que tan rápidamente se instaló este sentimiento de “fin de la ilusión’ fue, por otra parte, lógico teniendo en cuenta la nueva meta que ocupó todos los ámbitos mundiales: sobrevivir.
Con la supervivencia como objetivo, todo aquello que brindaba y ofrecíÑ‚Âa seguridad fue considerado inútil e ineficiente, básicamente porque las redes de protección existentes entorpecíÑ‚Âan la puesta en marcha de las nuevas medidas; en consecuencia, el modelo de protección social fue minimizado y recortado hasta niveles impensables pocos años atrás. Por tanto, el conjunto de políÑ‚Âticas y actuaciones pasaron a centrarse en lo básico, en lo esencial, y eliminaron todo lo superfluo e innecesario; rápidamente se fueron implantando en todo el orbe concepciones minimalistas que afectaron a la economíÑ‚Âa, al arte y, en general, al modo como la vida hasta el momento habíÑ‚Âa sido entendida.
Las consecuencias de tales concepciones se pusieron de manifiesto dramáticamente. Numerosos servicios públicos comenzaron a reducir sus niveles de prestación y cobertura. La calidad de la sanidad cayó en picado, al igual que la de la educación. Esta caíÑ‚Âda en los niveles de protección social se dejó sentir más en los paíÑ‚Âses en los que el alcance de estos servicios era menor, caso de Estados Unidos y del Reino Unido. A la vez, la ayuda internacional a los paíÑ‚Âses subdesarrollados prácticamente desapareció, lo que supuso el empeoramiento en las ya degradadas condiciones de vida de amplias zonas de Africa, Latinoamérica y del Sudeste de Asia.
En los paíÑ‚Âses desarrollados, la caíÑ‚Âda del consumo y la reserva de las escasas inversiones a las actividades más necesarias, comenzó a tener un impacto demoledor sobre los niveles de ocupación de la población activa; no necesariamente esta situación degeneró en aumentos espectaculares de la tasa de desempleo, pero si en la de subempleo y la de empleo forzoso a tiempo parcial, lo que supuso un descenso apreciable en la renta personal disponible.
La propagación de una epidemia causada por la mutación de un virus propio de las aves pero que en su forma mutada afectó a los humanos, ocasionó la muerte de decenas de millones de personas en todo el planeta (Ver en anexo E el desglose por paíÑ‚Âses de los 50 millones de fallecimientos estimados) con una virulencia semejante a la de la denominada “Gripe Española” de 1918. Esta pandemia, declarada entre Diciembre del 2007 y Febrero del 2008, contribuyó al declinante desempeño económico y social ya iniciado en Septiembre del 2007.
El creciente desempleo causado por la degradación de la situación económica y cuyos efectos se vieron acrecentados por los recortes en las prestaciones sociales, derivaron en importantes disturbios sociales.
(Continúa mañana)
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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