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Chivatazos y delaciones

Santiago Niño Becerra - Viernes, 09 de Marzo

"¡Chivato, más que chivato!. Sal a la calle si tienes huevos".

Lo anterior podría ser una frase dicha en el patio de un colegio a la hora del recreo (al menos, antes; ahora ya no lo sé), pero podría ser parte de la bronca que mantuvieran dos directivos de una compañía que cotice en los mercados de valores del reino en el caso de prosperar la propuesta que está elaborando el Sr. Manuel Conthe, presidente de la Comisión Nacional del Mercado de valores, la CNMV.

Como Uds. conocerán, la propuesta consistiría en arbitrar una serie de medios a fin de que personas conscientes, responsables y/o arrepentidas, pudiesen denunciar y delatar operaciones fraudulentas o, en general, abusivas, llevadas a cabo por desaprensivas/os durante la realización de operaciones bursátiles de dudoso desempeño. La idea de facilitar la delación, no lo piensen, no es nueva, al contrario. La última vez -que se sepa- que en el reino se aplicó en el ámbito económico, fue cuando se puso en marcha la reforma fiscal de José Larraz, lo que sucedió el 16 de Diciembre del año de gracia de ... 1940.

Por favor, no piensen que estoy diciendo que la propuesta no sea necesaria, ni conveniente, ni pertinente, ni apropiada; lo que estoy haciendo es intentar llegar más allá. Considero al Sr. Conthe uno de los técnicos más profesionales con que cuenta el organigrama técnico español, por lo que, necesariamente, la pregunta, debe ser, ¿tan rematadamente mal están las cosas bursátiles en España, tan podrido está el entorno de los mercados de valores, que se hace necesario llegar a estas vías inquisitoriales?.

Si la respuesta a la pregunta anterior es afirmativa, otra sería procedente: ¿hasta este extremo hemos llegado?. Si, nuevamente, la respuesta es un sí con mayúsculas y con signos de admiración (al final y al principio, que en España estamos adquiriendo la costumbre de sólo poner un signo de admiración al final de la frase), dos nuevas preguntas deben ser formuladas: 1) ¿por qué suceden estos actos fraudulentos?, y 2) ¿desde cuándo suceden?.

La Santa Inquisición solía comenzar sus pesquisas con una delación, con una denuncia. Alguien, un buen cristiano, naturalmente, hacía llegar al Tribunal del Santo Oficio la noticia de que tal persona cometía herejía, lo que ponía en marcha el aparato inquisitorial; para el/la/los/las encausada/o/as/os, el final estaba cantado, pero para el informante, también: era usual que se produjese un cambio en la propiedad -de parte, o de toda- de los bienes de la/del/de las/de los hereje/es a favor del delator. La Geheime Staatspolizei, la Gestapo, también utilizó profusamente la delación, de hecho, la institución contó con un número muy reducido de miembros en plantilla, pero montó una red de informantes, de patriotas concienciados, que suministraba datos suculentos al aparato policial nazionalsocialista.

En mi modestísima opinión, no pongo en duda que la propuesta pueda ser necesaria, lo que me pone los pelos de punta es que se haya llegado a la situación en la que sea preciso poner en funcionamiento esos métodos. ¿Nadie se apercibió de hacia dónde nos estábamos dirigiendo?. ¿Nadie vio la degradación en la que nos estábamos introduciendo?. ¿Nada se pudo hacer a nivel preventivo?. La cirugía, a veces, cuando la infección es ya irreversible, es necesaria; pero siempre, siempre, es mejor empezar aplicando pomadas.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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