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De lo que no se habla

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 18 de Agosto ilustraciónDe lo que no se habla (o se habla muy poquísimo): las finanzas locales: regiones, ayuntamientos. ¡No!. ¡Aparte de su mente eso que le ha venido a la cabeza!: la deuda la dejaremos para el final.

Las regiones en España, excepto Euskadi y Navarra que cuentan con autonomía financiera, reciben del Estado casi el 70% de los fondos que utilizan, y casi la mitad de esos fondos lo reciben para fines ya determinados; es decir, es un dinero de ida y vuelta y, a la vez, es un dinero cautivo, pero la cosa va más allá: hasta una pregunta que nadie se atreve a hacer: dejemos por un momento al margen temas como la “solidaridad” y el “equilibrio regional” e imaginemos que mañana absolutamente todas las regiones contasen con una absoluta y total independencia económica, ¿cuántas podrían existir de tal modo sin aplicar merma alguna a los servicios que prestan y a la calidad de tales servicios?.

No, no estoy diciendo que ello vaya a suceder, simplemente estoy diciendo que se ha creado una estructura: la regional, a la que hay que alimentar; que esa estructura se creó en unos momentos en los que las expectativas apuntaban a más, siempre a más, y que eso ya ha dejado de ser así: si en las regiones se recauda menos, si menos fondos hay para redistribuir, si las regiones ven disminuir los ingresos por tributos propios, ¿qué expectativas tienen esos entes regionales tan magníficos que se han puesto en marcha?. Porque, no nos engañemos, las banderas y las fiestas regionales están muy bien, pero si no van acompañadas de fondos para financiar lo que de esos símbolos cuelga ...

De lo anterior se habla poco, muy poco, diría, pero aún menos se habla de las finanzas municipales. Excepto cuatro tasas (basuras, circulación, ...) y el IBI, que cada ayuntamiento recauda, la parte del león de los ingresos municipales ha provenido de los fondos que a los Ayuntamientos se les traspasa, digo ha provenido porque sobre todo entre el 2002 y el 2006, y en algunas zonas entre 1995 y el 2006 del “impuesto del ladrillo” los ayuntamientos españoles han obtenido cantidades nunca antes imaginadas. El fin del boom de la construcción significó el fin de unos ingresos atípicos, excepcionales, temporales, pero que la mayoría de ayuntamientos habían considerado como fijos creando estructuras de gasto de acorde con unas entradas que tenían plazo de caducidad.

Mientras “España fue requetebien” la financiación regional fue tirando (con los agravios particulares correspondientes y las carencias habituales) y en ello sirvió de gran ayuda las entradas masivas en las arcas municipales generadas por los ingresos de la construcción, lo que supuso que ayuntamientos de diversas regiones absorbieran diversas competencias que, en realidad, correspondían a las regiones. La deuda, tanto en unas como en otros no era elevada, sobre todo porque existía una limitación, un tope legal a su incremento.

Bien, todo eso ha acabado: los ingresos están cayendo y la tendencia apunta a que más van a caer. El Estado recorta y, pienso, anuncia a las regiones y a los ayuntamientos que más van a caer, lo que va a suponer menos fondos para las regiones. (¿Llegaremos a ver disputas y enfrentamientos?: “Esto lo necesito”. “Esto me pertenece”). Los ayuntamientos, al final de la cadena, son los que tienen que hablar con la población: con las residentes y con los residentes de la localidad de Igualada habla su alcalde, el Sr. Jordi Aymamí Roca, no habla el Sr. Josep Montilla, el Presidente de la Generalitat de Catalunya, ni habla el Presidente del Gobierno de España, el Sr. Rodríguez Zapatero, esos dos últimos pueden decir que sí hablan con la ciudadanía, pero no es cierto: nunca un vecino de la calle Pau de Igualada se cruzará con el Sr. Montilla o al Sr. Rodríguez Zapatero al salir de su casa, pero si puede encontrarse con el Sr. Aymamí. Cambien Uds. los nombre y la localidad, el resultado será el mismo. (Ya, ya: en las grandes ciudades ... pero, ¿cuántas grandes ciudades hay?).

La economía española está inmersa en una problemática de pánico, lo que va a repercutir en las regiones y en el nivel de cumplimiento de las competencias transferidas (no es por casualidad que las regiones italianas estén considerando devolver al Gobierno central competencias que en su día éste transfirió a aquellas, ¿el motivo?, los recortes de gasto anunciados). Y más aún, en los ayuntamientos ya que mayoritariamente son quienes están en contacto con la ciudadanía.

Se ha desperdiciado, ya; se han creado centros de gasto hoy insostenibles, también; pero el pasado ya no hay quien lo cambie. ¿Cómo se arregla este tomate?; ya se están oyendo voces en el sentido de que el Estado debería permitir que regiones y ayuntamientos pudieran aumentar su capacidad de endeudamiento; pienso que no: es otra versión del “pan para hoy y hambre para mañana”.

Pienso que los ayuntamientos deberían hacer un inventario de aquellos gastos que son necesarios y otro de aquellos gastos que no son necesarios (“necesarios” = “imprescindibles”). Prescindir de los que no sean necesarios. Compartir gastos con otros municipios (¿existe algún municipio de una cierta importancia que en el paroxismo del boom del ladrillo no levantase su superpolideportivo?, unas instalaciones infrautilizadas y caras de mantener). Devolver aquellas competencias que no puedan prestar. Incrementar alguna figura tributaria pertinente: existen valores catastrales que no se han movido desde 1156, o desde antes. Colaborar con otros municipios. Dialogar mucho con los Gobiernos regionales. Es decir, adecuar gastos necesarios a ingresos ciertos y optimizar recursos.

Ya: algo así tiene implicaciones políticas, pero es que, ¿saben?, pienso que en estos temas debemos ir pensando en pasar la política a un segundo plano. Como dijo Hobbes (a él se le atribuye): “Primum vivere deinde philosophari”. Pues eso.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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