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El “Espíritu de Massachusetts” o una nueva forma de que se manifieste el fin de un modo de hacer

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 17 de Febrero Hasta el 24 de Diciembre del pasado año, el Presidente Barack Obama, a los ojos de la inmensa mayoría de expertos, comentaristas, analistas y cronistas no importa de qué color político fuesen, parecía un ser imparable, galáctico,ilustración de hecho daba la sensación de que se hallaba por encima de la Tierra, tanto era así que lo mínimo que de él se decía era que emanaba carisma.

El día 24 el Congreso dio el visto bueno al texto base de lo que iba a ser la reforma sanitaria que abriría la puerta a que la ciudadanía USA pudiera contar con una cobertura médica a precios asumibles. Todo ese halo de perfección fue barrido el pasado 19 de Enero en Massachussets, en unas elecciones a la renovación de un puesto en el Senado que el Partido Demócrata perdió. A partir de aquí se inicia un proceso de declive del Presidente Obama, de sus prioridades legislativas, de las posibilidades del Partido Demócrata para las elecciones parciales del próximo Noviembre, ... ¿Qué sucedió realmente en Massachussets ese 19 de Enero?.

Pienso que lo que aconteció en ese Estado nororiental de USA es un revival de otro suceso del que ya conocemos bastantes cosas: la toma de conciencia por parte del hombre de la calle del estallido de las subprime en Septiembre del año 2007. Es decir, del mismo modo que el inicio de la debacle subprime no significó más que una manifestación -“una”, no “la” manifestación- de que un modo de hacer las cosas estaba agotado, la derrota de Massachusetts ha significado, también, la manifestación del agotamiento de un modo de hacer, y también la de la esperanza de una parte de la ciudadanía en que EL milagro era posible.

Del mismo modo que a partir de Septiembre del 2007 principia la precrisis: el despertar de un sueño económico imposible, pienso que el pasado 19 de Enero comenzó el fin de la creencia en la posibilidad de un arreglo más o menos rápido de la problemática existente. Tal vez los futuros libros de Historia indiquen que la crisis comenzó el 19 de Enero del 2010, aunque pienso que no, que para ese comienzo aún faltan unos meses, pero, que duda cabe, el “Espíritu de Massachusetts ha sido el equivalente social, ciudadano, de lo que fue el desastre subprime en lo económico: de aquello, prácticamente se ignoraba todo cuando se manifestó, ahora cada vez más gente sabe de las penurias crecientes del día a día.

¿La salida?, nuevamente culpabilizar a las entidades financieras, al entorno financiero, del desastre, de la debacle, de los problemas pasados y presentes: “La crisis se originó en los excesos de Wall Street, en una excesiva toma de riesgos, en unas actuaciones de algunas entidades totalmente ajenas a los intereses de los ciudadanos”, son palabras del Comisario de Asuntos Económicos, el Señor Joaquín Almunia, el día 21 de Enero. (El País 23.01.2010, Pág. 20).

Nuevamente me reafirmo en lo que ya saben llevo meses diciendo: ¡No!, la crisis no se originó en Wall Street, ni las entidades financieras son culpables de nada, ni los Gobiernos USA son responsables de no haber regulado más, ni en Europa las autoridades económicas tienen nada que ver con que cada país quiera ir a su bola y haya sido imposible haber coordinado mínimamente una política y sea imposible coordinar medidas comunes. ¡Nadie es culpable de nada porque no hay culpables!: las cosas han ido así porque así tenían que ir si se quería crecer; otra vez: todo lo que se ha estado haciendo desde 1991 ha sido una cada vez más veloz huída hacia adelante para continuar creciendo porque nadie -¡Nadie!- contemplaba otra posibilidad que no fuese esa, ¿por qué?, pues porque somos humanos.

Hasta el 19 de Enero, innumerables políticos de todo el espectro cromático, incontables expertos del mundo mundial, decían que la solución estaba en gastar más y/o en bajar impuestos, que esa era la única posibilidad de arreglar las cosas, arreglo que todos esos políticos y todos esos expertos entendían igual: “volver a lo de antes”: megacrédito, hiperconsumo, ultraendeudamiento; y, por alguna razón metafísica, el Presidente Obama fue investido con el poder de poder dirigir el barco hacia esa solución. A partir del 19 de Enero esa creencia ha empezado a derrumbarse.

Y vuelvo decir cosas ya dichas: esto-que-está-pasando no tiene solución del modo como esto-que-está-pasando se quiere solucionar: ¿cómo demonios va a solucionarse una crisis sistémica utilizando las mismas recetas que, al agotarse el modelo en uso, la han provocado?. Imposible, ¿verdad?, ¿cómo van a poder conceder créditos unas entidades cuyos balances nadie sabe a ciencia cierta que contienen?, ¿cómo van a solicitar créditos unas personas, unas empresas cuya capacidad de endeudamiento hace años que está agotada?, ¿cómo van a consumir más unas familias que no saben que regalarse para Navidad porque ya tienen todo lo que se puede comprar?, ¿cómo van a gastar más unos Estados, unos entes locales, si sus recaudaciones fiscales están cayendo a plomo a la vez que sus déficits escalan hasta cumbres ignotas?. De ninguna manera, ¿no?.

LA solución está en adoptar otro modo de hacer las cosas, y algo así ya se hizo, ¿o cómo creen que se solucionó la Gran Depresión?. Lo que viene es igual, idéntico: una crisis sistémica por agotamiento de un modo de hacer, lo que sucede es que esos cambios siempre tienen consecuencias, y en ocasiones no siempre una mayoría gana con ellos.

El “Espíritu de Massachusetts”. Obama no será Roosevelt, lo triste del caso es que, pienso, él nunca lo pretendió.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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