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Función pública

Santiago Niño Becerra - Martes, 22 de Diciembre Mail de un lectora recibido hace unos días: muy, muy interesante: aborda el tema del funcionariado público, un tema difícil, complejo, poco amable, y muy socorrido para cargarle sanbenitos.ilustración Lean.

“Según las cartas de sus lectores, resulta que de todo tenemos la culpa los funcionarios. Cuando la gente se compraba un adosado y un todoterreno de 20.000 euros a crédito y se iba de vacaciones y de puente a crédito, porque tenían una pequeña constructora que les permita cobrar un dineral,  o un bar de barrio que se supo aprovechar del cambio de pesetas a euros para hacer caja, o eran jefes de sección de una empresa o tenían una tienda que les daba buenas rentas, entonces no se acordaron de los funcionarios, que ganamos 1.000 euros al mes de por vida.
La manera de mirar a nuestro alrededor con el dedito levantado para señalar al culpable de todos nuestros problemas me está empezando a hartar. Yo me levanto todos los das a las 7 de la mañana para ir a abrir un instituto de educación secundaria en el que soporto estoicamente a 680 menores en la edad del pavo y a 64 profesores, con todo lo que eso conlleva (y nadie que no lo haya vivido puede saber exactamente lo que conlleva, se lo aseguro). Y encima me tengo que sentir culpable de la crisis, porque soy una afortunada funcionaria a la que los millones le caen del cielo sin mover un dedo. No te fastidia. No me alegro de que las cosas vayan mal, ni de que el paro suba sin parar, pero no puedo sentirme culpable por tener trabajo ¡soy sólo una trabajadora!
Además, cuando la gente piensa en el malvado funcionario que tiene la culpa de todo, siempre se imagina al señor malhumorado que se pasa la mañana sentado en una silla leyendo el periódico y maltratando al público. Pero no piensa que los funcionarios son también los policías, el médico, el personal de enfermería, el bombero, el oficinista que mantiene en movimiento todos los trámites del Estado y el conserje y la limpiadora, gente currante, que vive muchas veces con lo justo y trabaja como el que más. ¡Y encima tenemos la culpa de todo!
Yo estoy de acuerdo en que la administración necesita una revisión urgente, de que habrá que acabar con los chupones, con la multitud de asesores y de amiguetes del partido que tienen sueldazos porque ayudaron a ganar las elecciones y de alguna manera hay que compensarles, y también habrá que acabar con el funcionario del periódico, el que trabaja mal o no trabaja porque no quiere y porque sabe que no le pueden despedir. Pero de ahí a hacer tabla rasa con todos, a ponernos a todos al mismo nivel decepcionante y suponer que trabajar para la Administración es estar de vacaciones pagadas y eternas, ¡no lo tolero!
Además, si a mi no me ahoga la hipoteca es porque nunca tuve dinero para comprar una casa, y mientras veía como todo el mundo me miraba por encima del hombro porque se metía en hipotecas a 50 años para conseguir un cuarto piso sin ascensor ni calefacción, yo vivía de alquiler, igual que ahora. Otros se compraban una casa además de la que ya tenían, para venderla al año siguiente por unos millones más, y otros hacían viajes maravillosos a playas de ensueño, o se iban a ver la final del mundial de fútbol a no sé donde,  mientras yo seguía con mis 1.000 euros en mi diminuta casa de alquiler, poniendo el freno en el carro de la compra y ajustándome el cinturón todo lo posible porque sino no llego al día 31. Y ahora que todo les va mal, ¿encima tengo la culpa yo y además me tengo que sentir culpable porque tengo un trabajo fijo en la administración pública?”.

Mi respuesta fue la siguiente:

“Es bastante cierto: la ciudadanía tiende a culpabilizar a los funcionarios; ¿por qué?, pues porque es un colectivo asequible a la culpabilización debido a que es destinatario de parte de los dineros que esa ciudadanía “es obligada” a pagar en forma de contribuciones fiscales, y, como Ud. dice, la gente no se acuerda del funcionariado cuando las cosas van bien porque “hay” dinero para todo aunque, en realidad, no lo haya, pero cuando esas cosas no van bien, esa misma gente sólo se fija en las salidas desde sus bolsillos, no en la entrada de servicios a sus personas.

Pienso que todos los Gobiernos desde el siglo I, o desde antes, han sido culpables de ello: de no explicar que hacen los funcionarios, de no expurgar a los malos miembros del funcionariado, y de no premiar a los buenos funcionarios. Los ingleses, que en muchas cosas son muy sabios, llaman al funcionario “Civil Servant”, pienso que es una denominación muy exacta.

España tiene una baja tasa de empleo público sobre el empleo total, desde luego más reducida que países como Suecia, o como Francia; y es como todo: yo conozco personas que están trabajando en la función pública y que son profesionales de bandera, y conozco a otros que no lo son tanto, como en todas partes. Ya lo dice aquel refrán: “Aquí hay de todo, como en botica”“.

Comentario final: la realidad: el funcionariado público, como colectivo prestador de servicios -públicos- tiene los años bastante contados, y no tanto porque haya malos funcionarios: si se quiere, sería bastante sencillo detectarles, o porque sean caros los servicios: al final el gasto en algo y el coste de ese algo es el que se quiere que sea. El tema está en que el concepto de “servicios universales prestados a toda la población” está en crisis; la tendencia, pienso, apunta a que la gente acceda al lugar adecuado y que allí confeccione lo que precisa; es ese concepto, hoy abandonado, por las connotaciones negras que se le colgó: el de self service.

En un escenario de Estado a la baja, de tecnologías de la comunicación al alza, de productividad, de eficiencia y de que “cada palo que aguante su vela”, el funcionariado lo tiene crudo: su concepto está de capa caída. Luego se añorará, claro: suele pasar: “Otros vendrán que bueno me harán”, ya saben.

(Hoy van a ser aprobados en el Parlamento los Presupuestos del Reino de España para el año 2010, unos presupuestos que nacen muertos: se sabe que son incumplibles, pero la liturgia ha de satisfacerse. ¡Que no se alegre el principal partido de la oposición!: si ganan las próximas elecciones generales (caso de que las haya: tal vez se llegue a la conclusión de que más conveniente es un pacto por la gobernabilidad) probablemente su victoria sea pírrica).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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