La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

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Santiago Niño Becerra - Miercoles, 27 de Noviembre

Recibo un mail.

“Hace unos días visité Madrid. Hacía casi un año que no pisaba la capital. Paseando por el centro, bastante comercio cerrado (“se alquila” en los locales) y mucha más mendicidad de la habitual en cualquier gran ciudad. Pero algo me llamó más la atención: si los camareros de la capital- latinoamericanos la mayoría- siempre se distinguían por su trato meloso y amable con el cliente, esta vez reparé en ellos una actitud, seca, distante y en ocasiones cierta acritud.

Más de uno, preguntado por la particularidad de alguna tapa o pequeña ración -nada compleja- contenida en la carta de alguna terraza, me llegó a espetar que “él desconocía la composición de la tapa o ración”, y que para informarme debía preguntar en la barra donde estaba el propietario del establecimiento, donde me ampliarían todo sobre su elaboración, “ él se limitaba- añadió- a servir a los clientes de la terraza y acercarles los pedidos de la carta”. Otro en concreto se molestó, cuando con toda simpatía, intenté adivinar su nacionalidad por el acento.

En definitiva, mal ambiente, y gente muy quemada seguramente por la precariedad y los bajos salarios. Por otra parte, también reparé, por la calle y oyendo sin querer conversaciones de chavales jóvenes por su móvil, escuchar constantes quejas sobre los trabajos de “mierda” que les ofrecían y que se veían obligados a aceptar o rechazar.

En síntesis, irascibilidad, descontento y me figuro en muchos otros casos, resignación, mucha resignación ante todo lo que se nos viene encima.

Usted, del que soy asiduo lector de todos sus artículos y libros editados, cierra muchas veces sus análisis ante lo ineluctable de la situación macro en que vivimos, y su previsible empeoramiento, preguntándose hasta dónde estará dispuesta la población a empobrecerse con impuestos y constantes recortes sociales, y se responde, con fatalidad, que hasta donde haga falta (con la excepción  de un subsidio mínimo y escuálido garantizado) pues “las revoluciones ya no están de moda".

Le tengo por un profesor culto, erudito y estudioso de la Historia. Y estoy seguro, que detrás de la frase se esconde un análisis mucho más complejo de la situación que nos está tocando vivir. Recuerdo mis convulsos años universitarios, en los finales de los año 60 y principios de los 70 del pasado siglo.

En aquellos años, en el distrito de Barcelona, todos sabíamos lo que una detención podía suponer: malos tratos, posible expediente académico, banquillo en el TOP y denegación de las prórrogas para hacer el servicio militar, si no te enviaban directamente al Sahara con el peor de los destinos. Y aun así, la gente se arriesgaba, participaba en las asambleas, lanzada octavillas y asistía a las manifestaciones. Ahora en cambio, hablas con más de un universitario, y se excusa de protestar ante la eventualidad de una multa administrativa, pérdida de un día de clase, o como escuché en una ocasión, ante el riesgo de una legislación de orden público, que “va endurecerse” y que todavía no estaba en el BOE.

¿Cuál es el resorte interior que nos ha llevado a esta situación? La respuesta tiene que ser, supongo, forzosamente compleja desde el punto de vista social y psicológico, sin desdeñar el entorno económico que nos envuelve. ¿Cómo antes, más pobres que ahora, asumíamos un grave riesgo con nuestras conductas, y ahora nos afligimos con una sanción, que no pasa -por comparación- de la pérdida de un punto en nuestro carné de conducir?”.

 

(Cuando leí este mail recordé haber leído en El País algo relacionado con las palabras de mi lector, y lo busqué. Era esto:

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/10/22/madrid/1382459316_695938.html )

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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