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La otra Alemania

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 05 de Marzo

Hace poco recibí un mail. Rompedor.

“Hace años, terminando la crisis de los 90 decidí irme a Alemania para ver qué tal me iba. Conseguí ganarme la vida durante dos años y aprender un idioma que me gusta. Pues bien, desde entonces voy a Colonia una vez cada año y, a veces, más.

 

Desde que estuve allí hasta hoy he visto cómo todo ha ido deteriorándose sin pausa pero sin prisa. Colonia es una capital rica y el brillo de los BMWs lo inunda todo; pero esta vez decidí ir a Wuppertal, zona en crisis permanente por la reconversión de la industria del acero. Allí el panorama es distinto, no hay tantos automóviles de alta gama y los niveles de paro son realmente altos.

Me sorprende también cómo cada vez más la crisis, su crisis, se ve en las calles: gente buscando en las basuras no solo botellas para reciclar sino también comida, cómo hay una cantidad importante de personas que subsisten con un salario muy bajo, o cómo muchos alemanes deciden buscarse la vida en Suiza al calor de unos salarios mayores.

Los alemanes  han cambiado también la percepción de la situación. Antes se reían del "perezoso" sur, como si ellos dominaran la escena y no estuvieran metidos en el remolino en el que nos encontramos todos. Hoy preguntan con la boca pequeña cómo va la situación en España porque saben que su subsistencia depende de que nosotros paguemos religiosamente. Si esto último no se diera, tendrían que poner sobre la mesa la difícil situación de muchos de sus bancos y el remolino aceleraría su fuerza en contra de todos.

Mientras tanto, quí nos acostumbramos a una situación que nos va dominando. La pobreza, la subsistencia y la realidad de un nuevo paradigma en la que todos estamos inmersos. Comparto con Usted la dura realidad de la ausencia de alternativas. Para mi, todo empezó en 1989 cuando el Muro cayó (lo tiraron porque interesaba). A partir de ese año, los verdaderos poderes no vieron impedimento alguno para llegar a cabo su "colonización". Es así de fácil pero terrible”.

Mi respuesta fue:

“Si, esa es la otra Alemania. A Alemania, un poco, le sucede como a España: no tiene todas las zonas más potentes concentradas: Bremen se halla en la parte occidental y la tradicionalmente complicada se halla bastante lejos de ahí. Pero ni hace falta recorrer tanta distancia para apreciar diferencias muy importantes: en el mismo Berlin pueden irse apreciando la diferencias por barrios a medida que se recorre una línea de autobuses.

En estas décadas pasadas Alemania ha contado con dos grandes ventajas: tras la II GM todo Occidente se volcó en la GFR para evitar que la población hiciese caso a cosas que no debía, y como la base era muy buena, el país creció. La segunda fue el que toda Europa financió la reunificación alemana vía unos tipos de interés altos. Y tras la implantación del euro Alemania ya era imparable: en el 2003 violó la sagrada norma de no superar el 3% de déficit y no sucedió absolutamente nada.  Pero Alemania tiene dos problemas muy gordos: es un país muy grande con mucha población, y para sostener algo así hace falta crecer mucho.

Alemania tiene potencia económica, y recursos, pero no sé si tiene capacidad para coordinar todo eso en el conjunto Europa, y no me refiero a que regale nada al resto, sino a generar ideas nuevas que vayan más allá de administrar lo que tiene y es capaz de hacer. Ud. no usa la palabra, pero sí: el nivel de dependencia de Alemania es enorme”.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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