La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

La sobriedad, espíritu de una era en Francia

Geert De Clercq - Jueves, 10 de Mayo

Cuando Nicolas Sarkozy ganó la presidencia de Francia en 2007, el boyante inicio de siglo aún mantenía su intenso ritmo y su mensaje de "trabajar más para ganar más" estaba en sintonía con los tiempos.

Cinco años más tarde, la sobriedad, la solidaridad y un deseo de justicia define el espíritu de los tiempos y el rival socialista de Sarkozy, François Hollande, parece más en sintonía con él.

Ganar unas elecciones requiere una mezcla potente de carisma y un proyecto que capture el ánimo del público. La rival socialista de Sarkozy en 2007, Ségoléne Royal, tenía mucha personalidad pero, con la economía creciendo y los mercados bursátiles en horas altas, su mensaje de justicia social no voló.

Esta vez, el estado de ánimo es muy diferente. Con ambos contendientes prometiendo equilibrar las cuentas públicas, los electores saben que los próximos años serán de austeridad y están buscando un líder que haga que todo el mundo comparta el sacrificio al mismo tiempo que salvaguarda el estado de bienestar.

El estilo también importa. Los franceses están cansados de la extravagancia del presidente, considerado un amigo de los ricos. Las formas modestas de Hollande son tranquilizadoras y su promesa de hacer justicia está guiando su discurso, dirigido a los jóvenes, el sector de la población más angustiado de la década.

Si gana la segunda vuelta el 6 de mayo - como predicen los sondeos -, su estilo y mensaje será estudiado más allá de las fronteras de Francia.

"En 2007 Sarkozy representaba el dinamismo y el optimismo, pero ahora los franceses tienen miedo. Quieren más regulación y un presidente que los proteja", dijo Alain Duhamel, decano de los comentaristas políticos franceses.

Para Christian Salmon, experto en la política francesa, la revolución neoliberal que comenzó a principios de los años 80 con Ronald Reagan y Margaret Thatcher llegó a su techo con la crisis financiera mundial de 2008, pero aún no ha surgido una nueva ideología.

"Mientras esperamos la aparición de un nuevo modelo político, los nuevos líderes en Europa tiene hoy una idiosincrasia más que una ideología: la cultura de un contable miope que restaurará el orden en el país", dijo.

Salmon dijo que la crisis ha hecho que la tradicional división entre conservadores y socialdemócratas sea menos relevante que una nueva brecha entre los exuberantes pero poco fiables políticos llamativos como Silvio Berlusconi y Sarkozy y las personalidades más aburridas pero más estables como el italiano Mario Monti, el español Mariano Rajoy y Hollande.

"Es una época para la modestia y la ética que comenzó en 2008 con Barack Obama", dijo Salmon.

Fuera de la escena política, algunos empezaron a sentir un cambio de espíritu de la época. En enero de 2009, menos de un año después de la crisis, el diseñador alemán Karl Lagerfeld lideró el movimiento "Nueva Modestia", diciendo que la extravagancia había muerto y que la crisis traería una profunda limpieza moral.

PAPADA

El plan de Hollande de subir los impuestos a bancos, grandes empresas y ricos parece un deseo profundo de justicia después de una década en la que la desigualdad se elevó a un máximo de 30 años.

También lo parece su promesa de ser un presidente "normal", responsable ante los tribunales como cualquier otro ciudadano. Hollande ha dicho que la primera decisión de su Gobierno será recortar un 30 por ciento el salario del presidente y ministros y prometió viajar por Francia en tren en lugar de en avión presidencial cuando fuera posible.

Incluso su pérdida de peso se ajusta al mensaje de modestia, dijo Salmon.

"No puedes predicar austeridad con una papada", dijo.

El espíritu de una era es difícil de entender, pero la agencia encuestadora CSA ha intentando medir la diferencia entre sociedad como percepción y sociedad como deseo.

CSA presentó a 1.000 electores 19 palabras claves elegidas de los eslóganes de las campañas de 2007 y 2012 y preguntó cuál representaba mejor el estado de la sociedad francesa y cuál describía mejor su estado de ánimo personal.

Las dos palabras más usadas para describir la sociedad fueron "beneficio" (53 por ciento) y "capitalista" (43%), mientras que las dos respuestas más utilizadas para describirse a sí mismos fueron "cambio" (28%) y "solidaridad" (25%).

"Hay una fuerte crítica igualitaria de la economía en Francia en estos momentos", dijo Jerome Sainte-Marie, jefe de estudios políticos en CSA.

Dijo que el pueblo francés sabe que habrá que apretarse el cinturón para arreglar las cuentas públicas y quiere que el sufrimiento se reparta de forma justa.

"No confían en Sarkozy por eso porque lo ven como el presidente de los ricos", dijo.

En 2007, el último año de la prosperidad basada en la deuda de principios de siglo, Sarkozy apareció ante los votantes con la idea de que todo el mundo podía ser rico. Los electores decepcionados ahora quieren un capitán justo para que los guíe a través de la tormenta que se avecina.

"Con el constante martilleo en el tema de la justicia social, Hollande está claramente en consonancia con los tiempos", dijo Sainte-Marie.

"La gente quiere más justicia, pero no una ruptura social completa o habrían votado comunista", dijo.

UN NEGATIVO OBAMA

A pesar de su programa igualitario y regulatorio, la búsqueda de consenso de Hollande es un improbable agente de cambio.

A diferencia de Sarkozy, cuyo origen húngaro y su educación nada elitista lo convirtieron en un extraño en la carrera de 2007, Hollande es un hijo del aparato socialista, partido que dirigió durante 11 años y fue educado en escuelas exclusivas francesas. Incluso dentro de sus propias filas, algunos lo describen como blanco y suave como el pudin.

Pero esa imagen ambigua puede ser su fuerza.

"En cierto modo, Hollande es un Obama negativo. Obama era la superficie en la que todo el mundo podía proyectar sus sueños, por su carisma personal. Hollande crea el mismo efecto: es tan indescriptible que también puedes proyectar tus sueños en él", dijo el filósofo Michel Feher.

El impacto de Hollande en Francia y Europa - y quizá incluso en el espíritu de la época - dependerá de cómo traduzca políticamente su mensaje de justicia, si gana.

 




[Volver]