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Los veinte pasados años

Santiago Niño Becerra - Martes, 06 de Abril No hace muchos días una lectora me remitió un mail con mucho, mucho fondo; este:ilustración

“Probablemente, usted ya conozca el artículo que le adjunto (incluía un link a un artículo, pero ahora no es importante). A mí, después de seguirle a usted desde hace meses, me ha dado mucho que pensar puesto que es cierto que hemos pasado del conservar al desechar. Leyendo el artículo me he acordado de mi abuelo, fallecido hace algo más de 3 años, puesto que él siempre lo guardaba todo: de lámparas hacía maceteros, el pomo de una puerta servía para reparar el asa de la cafetera italiana,...

Por suerte la casa de mis abuelos es grande (también reciclada… la construyó mi bisabuelo y sigue perteneciendo a la familia) y se pueden acumular muchas cosas… Tras su muerte, junto con mi madre, revisamos toda la documentación que guardaba mi abuelo, que era el encargado de las finanzas domésticas y descubrí, con sorpresa y fascinación, que mi abuelo guardaba todas las cartas de su caja de ahorros de toda la vida ... y cuando digo todas, me refiero a todas… incluyendo la publicidad.  Yo trabajo en una entidad financiera desde hace algunos años y aprendí mucho revisando la publicidad que guardaba mi abuelo.
Cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que el mundo en que vivimos no puede seguir así... y no lo digo desde un punto de vista utópico, ecologista o reivindicativo (que también), sino por pura y simple lógica: el mundo se agota, al menos tal y como ha funcionado para nuestra generación (tengo casi 30) y para alguna más. Desde mi puesto he visto planteamientos de operaciones que no tienen ningún sentido:
- Por ejemplo, tras firmar una subrogación hipotecaria con un cliente, me visita tras 1 año de pagos (obviamente casi sin amortizar) y me pregunta cuánto vale su casa, para ver cuánto dinero adicional puede pedir por el aumento del precio de las viviendas, le explico que eso no funciona así y se enfada. Finalmente (y por suerte para mí) se llevó la hipoteca a otra entidad que sí le daba más dinero.

- La gente viene (o venía, ahora menos) pidiendo un crédito de 6.000 euros para irse de vacaciones (yo sigo pasando mis vacaciones en campings, en casas de amigos o familiares y ni en mi viaje de boda me gasté esa barbaridad de dinero)... cuando se les deniega la operación, se enfadan porque ¡¡cómo van a decirle a su familia que no pueden irse de crucero o de resort!! (eso sí, durante el año se patean todo el dinero y ni se les ocurre guardar algo para las vacaciones).

- El documento que más útil es para conceder o no un crédito es un extracto de cuenta de los últimos meses: permite ver cuántos créditos-basura (aquellos concedidos en 24 horas, a intereses abusivos pero sin mirar el riesgo por establecimientos financieros de crédito) tiene el cliente, con qué saldo acaba el mes, si paga todo con tarjeta, si ahorra algo, si se gasta el dinero en joyas aunque no llegue a fin de mes (me sorprende ver extractos de gente de clase media que cada mes se gasta más de 150 euros en joyerías)... Cuando a la gente le preguntas para qué pidieron el crédito-basura las justificaciones son la bomba: para ir a las rebajas, para los libros del colegio, para comprarme la televisión de plasma de última generación, para cancelar el crédito basura anterior o la tarjeta que no puedo pagar porque he hecho la pelota inmensa…
Mis conclusiones: la gente tiene muy poquita cultura financiera y hemos pasado de una generación que ha pasado hambre y no ha podido estudiar (mi abuela siempre me decía: estudia, estudia mucho y así podrás trabajar y no depender nunca de nadie, ni de un hombre ni de nadie) a una generación que consume sin control y que “pasa” de estudiar porque no es rentable formarse.

Y no lo entiendo… no me cabe en la cabeza cómo hemos sido tan tontos. A mí me siguen llegando cartas de créditos preconcedidos, me ofrecen tarjetas “para lo que quiera”... y yo respondo que NO. Y no entiendo como padres y madres de familia responden que sí y se endeudan hasta llegar al punto de ruptura, hasta el punto en que suplican un nuevo crédito para poder comprar los libros del colegio o dar de comer a sus hijos porque las deudas se los comen (y es muy duro tener que decirles que no).
A mí me inculcaron el valor del esfuerzo personal, del ahorro, del pensar en el mañana, posiblemente porque provengo de una familia humilde y mis padres han pasado sus estrecheces. Mi marido tiene una situación familiar similar y ambos hemos tenido muy claro que debemos ahorrar.

Hemos tenido momentos más ajustados económicamente, y ahora que (al contrario que mucha gente) nos va bien y nos ganamos bien la vida, seguimos sin comprarnos un coche de lujo a crédito (cambiamos de coche hace un par de años y volvimos a comprarlo de segunda mano y en efectivo), sin plantearnos comprar una segunda residencia (con la hipoteca de nuestra primera vivienda tenemos deuda para muchos años), amortizando hipoteca cada año con lo que vamos ahorrando, sin ir de crucero, ni de viaje de lujo, sin dejar las luces de casa encendidas,... y sabe lo mejor: que somos felices, que no necesitamos comprar el último modelo de tele ni cambiar de coche cada 3 años y que me siento muy orgullosa de los padres de ambos porque nos han educado bien, para que pensemos en el mañana… en el futuro sin dejar de disfrutar las pequeñas cosas del presente.
El ajuste va a ser doloroso, muy doloroso para mucha gente… lo veo venir y me estremezco porque creo que vamos a ver cosas para las que no me prepararon en la universidad,... pero creo que, quizás, si hacemos las cosas un poco bien… volveremos a una sociedad en la que los valores como el trabajo, el esfuerzo, la cooperación, la amistad, el trabajo en equipo… volverán a tener su valor”

Mi respuesta fue la siguiente:

“Todo lo que dice es cierto, pero lo más terrible no es que haya sucedido, sino que tenía que suceder para continuar creciendo: o se hacía lo que se ha hecho o no aumentaba el PIB porque a finales de los 80 ya se llegó al agotamiento, y a base de crédito se ha extendido la supervivencia del modelo 20 años (por eso soy de los poquísimos que piensan que “los bancos” no tienen ninguna culpa de lo que ha sucedido: han sido unos actores más en la función del crecimiento).

Se acabó, si, y va a ser muy fuerte. Ud., desde su puesto (que está a nivel de calle) va a ver muchas cosas, cosas tremendas, pero, de nuevo inevitables: hay de des-comer el hartazgo producido, y algo así es traumático”.

Pues eso.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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