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Santiago Niño Becerra - Martes, 16 de Febrero Me escribía hace unos días un lector en relación a un tema que es sistemáticamente orillado porque, básicamente, no tiene solución, al menos no la tiene según el modo actual de hacer las cosas; un tema feoilustraciónque entronca con el subempleo, esa cosa de la que ningún Gobierno ha hablado nunca independientemente de su color, pero que la oposición, sea del color que sea, tampoco aborda. Este es el texto:

“Debe de ser frustrante dedicar tantos años al estudio para que luego intentes incorporarte al mundo laboral y veas que tu carrera no tiene ninguna salida, desde luego se debe realizar cambios profundos en ese tema y fomentar las carreras en las que faltan profesionales cualificados. La verdad es que conozco a más de un licenciado que está preparando oposiciones a subalterno y auxiliar administrativo por que su desesperación por no poder currar de lo que había estudiado es máxima.
Algunos de éstos, han encontrado una vía de escape en la docencia, pueden impartir determinadas asignaturas en institutos, y en algún cole de primaria también, pero claro está, sin ninguna vocación, por subsistencia, lo cual en muchos casos, agrava su frustración. No tiene que ser fácil hacer de profe sin un mínimo de interés o vocación pero en fin…”

Mi respuesta fue:

“Actualmente, en relación al factor trabajo, se están dando dos problemas distintos. Por un lado, la oferta de trabajo -de cualquier profesión- es superior a la demanda; por otro, las necesidades de la demanda de trabajo no se casan con las de la oferta. Es decir, en general sobran profesionales de todos los campos porque la automatización está sustituyendo trabajo por capital, y porque desde los años 80 crecimiento económico y PIB empezaron a dejar de estar vinculados; pero, a la vez, existe un defecto de ciertos técnicos mientras que hay un exceso de otros.

Lo anterior se da en todas partes, pero en España más: hay un exceso de universitarios y un defecto de buenos, insisto, buenos, técnicos en FP, y dentro de uno y otro renglón existen desajustes: cuando un licenciado en música está trabajando de mozo de almacén, algo no-bueno sucede en el sistema, cuando un técnico en diseño está empleando de socorrista de piscina algo no va en el sistema. Lo anterior genera frustraciones, e insatisfacciones y pobreza, pero también desperdicio de unos recursos escasos.

¿Cómo se soluciona algo así?, pues a través de una forma de actuar muy políticamente incorrecta: planificando necesidades profesionales y potenciando a quienes se hallen más preparadas/os para ello”.

La reflexión es evidente: en un escenario en el que la disponibilidad de todo tipo de recursos es -y más va a ser- decreciente, ¿es sostenible que personas no motivadas, no preparadas, se formen en profesiones que cada vez van a ser menos necesarias y para las que no son adecuadas?. ¡Y ojo!, independientemente de que esa formación sea impartida en centros públicos o privados: los recursos son escasos, independientemente de quienes sean sus propietarios. (Lo de si los recursos deben tener, o no, propietarios lo dejamos para otro día).

El mail que me envió mi lector viene superacuento del tropecientosésimo intento de fijar unas normas nuevas por las que deberá regirse la financiación universitaria. Que si el alumnado, en la universidad pública, ni siquiera paga el 20% de lo que cuesta sus estudios; que si hay estudios en los que, de media, el alumnado en ellos matriculado tan sólo logra superar la mitad de las asignaturas del curso; que si los que suspenden deberían pagar más, ...

Pienso (y les recuerdo que yo estoy dentro del sistema del que estoy hablando) que el problema tiene dos caras opuestas pero comunicadas. Por un lado es políticamente correcto que a la Universidad acuda mucha gente, el problema es que cuanta más gente acuda más elevados serán sus costes, y muchos de ellos son fijos, es decir, sea cual sea la cantidad de alumnos matriculados, los costes existen.

Pero por otro la obtención de un título universitario ya no garantiza nada; hace cincuenta años, si, hoy no; por lo que si una elevada exigencia académica a un alumnado poco motivado (puede que por parte de un profesorado así mismo poco motivado) da lugar a un elevado número de suspensos -elevado número que es, a veces, equívocamente asimilado con baja calidad universitaria- el reverso de esa situación: una alta tasa de aprobados, también será equívoco: la demanda de trabajo tomará de esa oferta lo que necesite, y si la oferta es de baja calidad irá a buscarla fuera, porque, pienso, ese es uno de los objetivos nunca confesados del Proceso de Bolonia.

Y España también en esto, peor.

(Solidaridad: ¿cuál es su límite?, ¿dónde se halla?, ¿cómo se determina?. Más vale que a quienes corresponda lo vayan tratando porque con la que está viniendo ...

¿El affaire de Grecia?, parte de una crónica. Ahora volverán a echar la culpa a los bancos: esta vez de haber diseñado el camouflage de las deudas griegas. ¡Pero si no podía ser de otro modo si se quería que los engranajes de la economía continuasen girando!. ¡Pero si ese camouflage fue otro parche para que el modelo, ya agotado, continuase funcionando!).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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