La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

No estamos en Bélgica, luego hoy no es Martes.

Santiago Niño Becerra - Viernes, 08 de Enero Si, ya: el título de hoy está copiado del de aquella maravilla de film dirigido por Mel Stuart en 1969, pero ya van a ver el motivo. ilustración

Warren Buffet, presidente del fondo de inversión Berkshire Hathaway, y uno de los cerebros considerados más preclaros en el actual mundo de los negocios, escribió, en su carta anual a los accionistas correspondiente al 2004 comentando sobre la rebaja de impuestos promovida por el entonces presidente George W. Bush, una frase demoledora:  “Si América está viviendo una guerra de clases, la mía está claramente ganando”. (Cinco Días 09.03.2004).

El pasado Sábado 12 de Diciembre la ciudad de Madrid fue el escenario de una manifestación organizada por los sindicatos españoles “contra la crisis y por el empleo”. Pienso que la demostración no va a servir para conseguir aquello que movió su organización y convocatoria, pero, por otra parte, también pienso que es lógico que se organizase, y se organizarán más, en el reino y en otros países; y estará bien, pero continuaré pensando que ni servirán para luchar contra la crisis ni para fomentar la ocupación del factor trabajo. ¿Por qué?, pues porque no se puede ir contra la evolución de la Historia.

En esa cadena de comparaciones entre la actual situación y las del 2000 y 1991 (aquí 1993) se argumenta que entonces la población ocupada era menor que ahora, lo que es cierto, pero también es ahora mayor la población activa. A día de la fecha el número de personas desempleadas es prácticamente igual al de 1993 y, sin embargo, hace un mes no fue planteada una huelga general, ni ahora será planteada una huelga general. Buffet tiene razón, pero la cosa es más complicada.

Las reivindicaciones tuvieron sentido cuando era posible obtener lo demandado: la Historia está repleta de ejemplos que ilustran este aserto: las reivindicaciones obreras del primer tercio del siglo XIX fracasaron porque entonces lo que tocaba era acumular capital y si tantos niños fallecían de agotamiento diariamente trabajando en condiciones infrahumanas en las fábricas daba exactamente lo mismo. Sin embargo, en las décadas de los años 50, 60 y 70 del siglo XX las reivindicaciones obreras obtenían mejoras sociales y salariales porque lo que entonces tocaba era que cuantos más consumiesen lo máximo que pudiesen, mejor.

A lo largo del siglo XIX la ideología fue adquiriendo una creciente importancia bañando todos los razonamientos de justificaciones de uno u otro color, y estuvo bien porque las reivindicaciones debían ser justificadas. Desde el fin de la II Guerra Mundial la ideología cada vez fue teniendo una menor importancia en las reivindicaciones obreras: la burguesía, evolucionada ya en empresariado, estaba de acuerdo en mejorar condiciones y salarios: le convenía, la discrepancia estribaba en la cuantía.

A partir del 91 la ideología desapareció totalmente de los mensajes políticos, sí, pero también de los sindicales. El análisis de las mejoras obtenidas desde el inicio de los años 90 por el factor trabajo muestra que han ido decreciendo, a la vez que ha ido decreciendo la conflictividad laboral: el empresariado, evolucionado ya en Capital, precisaba incrementar su productividad y reducir sus costes de producción, por lo que no eran convenientes los aumentos salariales, pero sí el consumo creciente por parte de quienes producían (cada vez menos debido a que cada vez menos “vendedores de factor trabajo” eran necesarios), de ahí que se inventase el megacrédito: ¡subidas salariales, no; aumento de la capacidad de endeudamiento, si!.

Tony Blair, entonces primer ministro del Reino Unido, en el congreso del Partido Laborista del año 2002 celebrado en Blackpool, pronunció una frase histórica: “El Estado de bienestar del siglo XX trató a los ciudadanos como iguales. El del siglo XXI les tiene que tratar también como individuos” (El País 02.10.2002). El New Labour ha sido (“ha sido”: ya no es) la transición perfecta dentro de la transición sistémica en la que nos hallamos: las reivindicaciones buscaban igualar porque había que igualar, pero lo que ahora toca es que cada palo aguante su vela: la responsabilidad que cada individuo tiene para consigo mismo.

Ahora ya nada hay que hiperconsumir porque ya nada hay que desperdiciar, ni nada hay que superproducir, ni nada hay que malvender, al revés; ahora hay que productivizar, que justifabricar, que bienvender porque ya no se puede muchiganar. Por eso las reivindicaciones organizadas, clasificadas, orquestadas, van a menos: la oferta de trabajo es mayor que la demanda de trabajo, la necesidad de factor trabajo es decreciente, por eso siempre va a ser posible encontrar a alguien que lo haga por menos, aquí, o en cualquier parte.

Buffet tiene razón, pero muchos empresarios se equivocan: “Esos cabrones siempre pidiendo”: quienes eso dicen también son trabajadores de otros y también van a ser presionados para que bajen el precio al que venden lo que producen. El New Labour tuvo razón: están de capa caída los iguales. Los sindicatos la tienen cuando salen, reivindicativamente o muy reivindicativamente, a la calle, aunque ya no sea posible que obtengan lo que reclaman.

Ya no estamos en Bélgica, por eso hoy no es Martes.

(El pasado Miércoles, el Secretario de Estado de Economía, el Señor, José Manuel Campa (El País 07.01.2010, Pág. 18) también está en la línea: la temporalidad se reduce a base de leyes (en el principal partido de la oposición dicen que es el desempleo el que puede reducirse a base de leyes). Veamos. La contratación temporal se basa en el hecho de que una compañía contrata alguien que necesita durante el tiempo que necesita, ¿no?, entonces, ¿cómo va lograrse, por medio de una o varias leyes, que las compañías necesiten, durante más tiempo, a esas personas que necesitan durante el tiempo que necesitan?, máxime en los momentos actuales de precrisis, máxime teniendo en cuenta que la contratación temporal es la que va a más porque casa muy bien con la optimización de recursos. Pienso que es al revés: lo que se tendría que hacer es pensar en como administrar un escenario con una tasa de temporalidad del (45 Ѣ€” 50)%.

También decía que es un buen momento para adquirir una vivienda, y daba varias razones, entre ellas que los precios han bajado. Para el Estado y para los entes locales es un buen momento: más recaudación vía figuras fiscales devengadas en la compra, también para los constructores y promotores, y para las entidades financieras (caso de que el peticionario del crédito pase los filtros pertinentes), pero pienso que no lo es para la persona que quiere una vivienda: los precios bajarán más mucho más: Uds. ya lo han leído aquí: tomando como base el año 2007, el 60% acumulativo hasta el 2011).

(Lo que ha dicho Mr. Juergen Stark en relación a Grecia se puede traducir de un modo muy simple: “que cada palo aguante su vela”. A Grecia, si se la ayuda, si-se-la-ayuda, se le ayudará muy poquito, y más por el lado de que no de, que por el de darle; y no por nada en especial: porque no habrá de donde sacar).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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