Permítanme un paréntesis
Santiago Niño Becerra - Lunes, 18 de JunioMañana continuaremos analizando las consecuencias que tendrá para España la subida del IVA, los sucesivos requerimientos que la Comisión Europea irá imponiendo a los miembros del euro y las expectativas que tiene la superdependiente economía USA, o china, pero hoy permítanme un paréntesis.
El pasado Viernes recibí un twit cuyo texto era este: “No quiero saber mas. Estoy saturada y no quiero sentir miedo. Quiero pensar que algo mejor nos espera. Un abrazo”. Mi respuesta fue rápida: “¿No cree que es mejor saber cómo, cuándo y por dónde va a venir el tortazo?. Puede ponerse una crema anestésica, dolerá menos”. Acabé de responder los twits que me quedaban y durante un largo rato me quedé meditando en el texto recibido. Más allá de la respuesta que le di, vayamos un poco más allá.
En unos sitios más que en otros y en unos antes o mucho antes que en otros, pero en bastantes, se han vivido unos años muy, muy buenos, en España, el período 1995 – 2006 fue megasuperexcepcional. Cierto, se sustentó sobre el crédito, se pagó con un endeudamiento desbocado, y se envolvió en humo, pero la ciudadanía fue feliz y mientras el sueño duró se vivió muy bien.
Conocen lo que pienso: nadie tuvo la culpa del monstruo que se fue formando, pero sí, en gran medida y aunque sólo fuese por omisión, de dos de las consecuencias que ese monstruo exigió a cambio del bienestar que concedía. A medida que la población fue disfrutando de más y más bienes y servicios fue olvidando dos elementos que años atrás habían sido consustanciales a la persona: la capacidad de reivindicar y la conciencia del esfuerzo.
Reivindicar, ¿qué, si lo que se quería se tenía?, esforzarse, ¿para qué, si sin pedirlo se obtenía lo que se deseaba?. Cierto, el razonamiento es de una lógica aplastante, pero ello nos ha llevado a un lugar en el que cada vez se va a disponer de menos, y la respuesta que a eso se va a dar va a ser la del avestruz: meter la cabeza en la arena para no ver; porque se ha perdido mucha de la capacidad de discernir, lo que lleva a que no sabiendo se sufra menos.
Vienen unos años terribles porque a medida que vayamos llegando a ellos nos iremos dando cuenta de que ayer ya nos comimos el PIB que correspondía a esos años, y además, encima de no tenerlo, se debe. Se van a producir recortes de un calibre que ni imaginamos, retrocesos en el bienestar que ni podemos intuir. El nivel de actividad retrocederá veinte o treinta años atrás. La clase media, al no ser ya necesaria, quedará reducida a un nivel simbólico a la vez que la brecha entre insiders y outsiders de más o menos nivel se ensanchará. Estando acostumbrados a tener todo lo que el endeudamiento ha permitido tener, se va a pasar a tener sólo aquello que unas rentas muy bajas puedan comprar pagando unos precios en absoluto subvencionados que habrá que asumir.
Será, está siendo ya, para la mayoría, el paso de la abundancia de todo a la escasez de casi todo debido a que aquello que nos habían contado nunca ha sido cierto: los recursos no son abundantes, sino escasos.
Ante este futuro cuyos primeros compases ya estamos viviendo caben dos posturas. Una es la de no querer saber y así, creer, menos sufrir: si no se conoce no se piensa, se ignora, se fija la vista en aquello que sea más bonito e inmediato, y se ignora lo más lejano a fin de no temer lo que pueda venir y creer que será mejor aquello que ha de llegar. Otra es la de indagar, la de saber, la de intentar ver venir la próxima lluvia e intentar conseguir y compartir un paraguas entre cuatro; la de jamás callar y elevar la voz susurrando por encima de la música circundante.
Pienso que la segunda es la correcta, aunque cada vez sea más difícil de seguir debido a las dejaciones y renuncias en las que se ha incurrido a fin de ganar comodidad, seguridad, bienestar, o, al menos, eso es lo que se ha vendido.
Insisto, mañana, hoy, caben dos actitudes: la de no querer saber a fin de ignorar, y la de conocer a fin de intentar prever. La del avestruz y la del ave que se sabe que cuanto más alto vuele más campo de visión tendrá. Y no lo olviden: van a haber intereses, muchos y muy potentes para que se siga adoptando la postura del avestruz: quienes menos saben y menos quieren saber más fáciles son de manejar porque tienen más miedo a decir y a lo que pueda pasar, por lo que conceptos ya olvidados como revisionismo, desinformación y censura disfrazada de bien común, van a volver. Y esos intereses disponen de unas excepcionalmente buenas herramientas.
Fin del paréntesis. Mañana FMI.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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