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“Todavía nos quedan dos o tres años de crisis y de reducción del crédito”

Redacción - Miercoles, 07 de Septiembre El libro de Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, fundamental para entender el marasmo en que se debaten la economía y la política de Estados Unidos y de Europa, ha sido un faro constante desde que se publicó a finales de 2009. This Time is Different. Eight Centuries of Financial Folly (Princeton) es una colección razonada de datos sobre la crisis, escribe Mario Margiocco en elEconomista.es Su tesis es que la crisis de 2007-2008 no es muy diferente de otras de igual gravedad y que tendrá las mismas salidas. Rogoff fue jefe de los economistas del FMI entre 2001 y 2003 y ahora da clases en Harvard. Fueron necesarios dos años para que su tesis, la larga duración de las crisis profundas como la actual y los problemas derivados de la deuda pública, se convirtiese en algo evidente. ¿Por qué? No creo que se deba a la escasa difusión de nuestras tesis, pero es cierto que algunos conceptos necesitaron más tiempo para ser valorados en su justa medida. No hubo falta de conciencia entre los economistas y analistas de lo que estaba ocurriendo. Reinaba, eso sí, una convicción, tanto en Wall Street como en la Fed, de que las medidas agresivas con las que se afrontó la crisis en el otoño-invierno de 2008-2009 podrían dar resultados. Pero no faltaban voces que se declaraban escépticas. La política había apostado a fondo por sus propias capacidades para resolver la crisis. El ministro del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, declaró que, esta vez, las medidas adoptadas serían capaces de batir la cota de Reinhart-Rogoff que, basándose en la experiencia histórica, apostaba por una duración de la crisis del tipo de la actual que se acercaba más a los 10 que a los dos años. Incluso Wall Street repetía una y otra vez que a finales de 2010 la crisis estaría terminando. El universo de los economistas de los grandes bancos y de los analistas se mueve en un marco que no va casi nunca más allá de la Segunda Guerra Mundial. Pero eso no es suficiente. Si se va más atrás, como hicimos nosotros, y se toman en su debida consideración los años 30, tras la caída de Wall Street de 1929, la perspectiva cambia. A partir de 2010, voces autorizadas del Washington oficial hablaban de los años 30 como la única comparación posible. Pero se necesitó tiempo para que el mensaje (más bien deprimente, lo admito) calase. En un artículo, habla de Second Great Contraction y asegura que, al igual que en los años 30, la economía inflada por la deuda debe retornar a dimensiones más sanas. La Great Contraction fue la de los años 30 y, en nuestro libro, acuñamos el término Second Great Contraction para oponernos a la definición errada de Great Contraction, es decir, una especie de recesión más severa, pero que, en el fondo, iba a experimentar la evolución normal de las recesiones, aunque fuese un poco más lenta y penalizadora. Los datos indican que, cuando las crisis son de relevantes proporciones, se produce una caída general y prolongada de la producción y del empleo y, al mismo tiempo, se contraen la deuda y el crédito. Creo que la reducción de la deuda no tiene por qué ser fortísima, para poder retomar el camino, pero sí sensible. Y aún estamos en este camino. ¿Cuántos años de crisis quedan? Los datos indican los seis o siete años de duración histórica de una crisis del alcance de la actual. Dado que estamos en el cuarto año, nos quedan todavía dos, o quizá tres. ¿Qué diferencia las dificultades americanas de las europeas? El dato distintivo del caso americano es la crisis de la construcción y de las hipotecas, que inflaron las finanzas y, al final, explotaron. En Europa, el dato peculiar es la crisis de la deuda pública, que comenzó en tres pequeños países, por causas diversas, y después se extendió a otros como España e Italia. Pero incluso Estados Unidos desembocó en un problema de deuda pública. ¿Fue un error por parte de Estados Unidos no afrontar con mayor decisión la crisis de las hipotecas basura? Éste fue el principal error de Washington, que gastó mucho dinero en taponar las consecuencias, pero lo hizo de una forma insuficiente a la hora de paliar sus causas, es decir, las hipotecas. Los Tea Party también contribuyeron a ello, diciendo que era injusto ayudar a los que se habían comprado, con hipotecas fáciles, una casa que no guardaba relación con su renta. El error de la administración Obama fue grave. ¿Sigue pensando que serían útiles unos años de inflación moderada, entre el 4 y el 6 por ciento? Sí y, por culpa de ello, me he llevado serias reprimendas. Pero, en cualquier caso, esto terminará con un aumento de la inflación, porque la historia de la deuda excesiva siempre terminó así. Por lo tanto, dado que los bancos centrales tienen los instrumentos para controlarla, sería mejor planificarla. Soy un halcón de la inflación, lucho siempre contra ella y sé perfectamente que, cuando se escapa de las manos, es muy perniciosa. Pero no se puede dejar de recurrir a este instrumento, moderadamente, para retomar el control de las deudas. ¿Suscribe el pesimismo de los que ven en esta crisis el declive de Occidente? Sólo en parte. Es inevitable un cierto declive, pero no se producirá un crecimiento sin fin. Una vez que las economías desarrolladas, las nuestras más la de Japón, se hayan asentado de nuevo, los capitales que ahora van hacia los exemergentes, que ya han emergido, volverán a los países de vieja industrialización. Y, entonces podremos ver estados en crisis en otras partes.


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