La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

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Santiago Niño Becerra - Miercoles, 24 de Febrero Pienso que el pasado Viernes 19 el Presidente del Gobierno del reino cometió un desliz cuando se refirió al modo como ha estado funcionando el modelo económico con el que en estas últimas décadas se ha estado manifestando el sistema, ilustración ¿o no lo cometió y lo que resulta es que lo que dijo lo dijo como en verdad es?. Sus palabras en Londres el día 19 no es que fuesen duras o no lo fuesen, la sensación que dio es que no llegaban hasta la esencia del modelo aún vigente; veamos.

El Señor Rodríguez Zapatero echó en cara a los mercados (y por extensión a las entidades financieras) que los Estados les habían estado salvando del desastre con fondos de sus ciudadanías y ahora esos mercados (y por extensión las agencias de calificación) estaban escudriñando a los Estados, les estaban acusando de tener unos déficits que en realidad han sido provocados por las ayudas dadas a esos mercados, estaban sembrando la desconfianza en los bonos emitidos por esos Estados y, por ello, obligándoles a tener que pagar más (con dinero público) para colocar ese papel en esos mercados. Hasta aquí nada que objetar, el análisis del Presidente del Gobierno es absolutamente exacto, el problema radicó, dio la sensación, insisto, en que no continuó su razonamiento (y el líder del principal partido de la oposición, tampoco cuando se refiere a estos menesteres, pienso que tampoco).

Las entidades financieras, los mercados, entraron en la ya conocida fase de colapso porque pusieron en marcha una serie de mecanismos (financieros, claro) muchos de ellos disparatados, a fin de financiar ... el crecimiento que tanto buscaban esos Estados y que tanto deseaban esos Gobiernos. El problema vino cuando el modelo comenzó a romperse debido a que esos mismos mercados no podían asumir más créditos, y se acabó de complicar cuando comenzó a agotarse la capacidad de endeudamiento de empresas y familias.

La alternativa era una oleada de quiebras de entidades financieras, el derrumbe de los mercados ... algo que no interesaba, para nada, ni a Estados ni a Gobiernos porque entonces se acabarían los mecanismos que colocaban sus deudas públicas, al margen de que el colapso del crédito representaría un hachazo a la actividad económica y, por ende, a la recaudación fiscal. Es decir, los Estados “ayudaron” a los mercados (a las entidades financieras) por necesidad al cuadrado: la suya propia y la de los actores económicos que propician la existencia de esos Estados. Los Gobiernos tan sólo ejecutaron las mecánicas de tales ayudas.

Los mercados (las entidades financieras) se dejaron querer: “Estamos mal, dijeron a Estados y a Gobiernos, en gran medida por vuestra culpa, pero no os responsabilizamos de nada porque el modelo con el que estamos funcionando no lo habéis diseñado vosotros ni lo hemos dibujado nosotros, pero como nos necesitáis, nos tendréis que ayudar”, y los Estados ayudaron, ¡vaya si ayudaron!, a cambio de que esos mercados (esas entidades financieras) comprasen la deuda pública que iban a tener que emitir para cubrir los déficits que, en parte, iban a generar las ayudas que esos mercados (esas entidades financieras) precisaban.

Pero un tigre, aunque haya estado conviviendo con humanos continúa siendo un tigre: los mercados dijeron a los Estados que vigilasen sus déficits porque si no lo hacían, a) la confianza en sus deudas públicas iba a descender, y b) quedaría en entredicho su capacidad para atender los pagos de esas deudas.

En el fondo, pienso que el Señor Rodríguez Zapatero estaba acusando a los mercados de falta de agradecimiento, y cierto es: no ha habido agradecimiento alguno: hubo puro interés mutuo. Ahora, por los motivos que sean, los Estados tienen déficits, y mercados y agencias de calificación aplican el manual, un manual totalmente superado pero rabiosamente vigente: las “cosas” se han de pagar, y para pagar hay que poder.

Según el modelo aún vigente, ¿qué hubieran tenido que hacer los Estados?, pues ayudar masivamente a los mercados, tal y como se ha hecho y, a la vez, aplicar violentas reducciones de gasto público a fin de compensar en el corto plazo esos importes “gastados” en ayudas, tal y como dice el manual; eso hubiese sido lo correcto; lo que sucede es que, entonces, los mercados (las entidades financieras) ... no hubiesen hecho / no estarían haciendo el negocio que produce especular con los bonos y los títulos ... de los Estados que les ayudaron.

¿Grotesco?, no sé, no me lo planteo: ha sido así, es así: es nuestro modelo. “Pero ya no funciona”, dice el del fondo; no, se ha agotado, de ahí la crisis. Descanse en paz.

(“German Business Optimism Unexpectedly Drops on Coldest Winter in 14 Years” (http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601087&sid=aB0PF.Eg5OCo&pos=1); pero el Invierno comienza el 21 de Diciembre, ¿no?, y estamos a finales de Febrero, ¿verdad?; debe ser por eso de “los efectos retardados”. Y ya ven: “unexpectedly”).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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