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Santiago Niño Becerra - Martes, 28 de Febrero

Imaginen Uds. un restaurante en el que el personal de la cocina, el chef incluido, se revolucionase y acusase al propietario o a los propietarios del negocio de intervenir en su trabajo y no permitirles que elaborasen sus creaciones culinarias según su saber y entender les dictaba, siendo el resultado de tal actitud la no consecución de la alta calidad que esa cocina podríт­a ofrecer, caso de que dejasen a su personal en paz y de que, únicamente, fuese juzgado por las alabanzas o las críт­ticas de los clientes del restaurante.

¿Pueden concebir una situación como la anterior?. ¿Verdad que, de producirse, pensaríт­an que algo insano estaba sucediendo en ese restaurante?. Pues bien, en el reino, no en un restaurante, pero síт­ en un entorno mucho más complejo, algo parecido está sucediendo: el cuerpo de inspección de Hacienda del Estado considera que el secretario de Estado de Hacienda no está haciendo todo lo que deberíт­a en la lucha contra el fraude fiscal porque carece, en términos políт­ticos, de las ganas necesarias para afrontar dicha lucha contra el fraude.

Evidentemente, el Gobierno del reino ha reaccionado ante esa, ¿por qué no?, acusación y ha respondido, lo que ha provocado nuevas intervenciones del cuerpo de inspectores, y más de uno y otro lado. A mi, personalmente, la discusión en síт­ me dice muy poco, lo realmente grave, pienso, es que quien tiene la tarea de luchar en la calle contra el fraude fiscal diga que su jefe no está haciendo todo lo que debiera para lograr que esa lucha sea lo más efectiva posible.

El Reino de España es el paíт­s de la OCDE con una mayor tasa de fraude fiscal. Evidentemente, no existen cálculos fiables del nivel que alcanza el fraude fiscal en el reino pero, hace años, el catedrático Julio Segura estimó que podíт­a alcanzar el 6,5% del PIB del reino, cifra que doblaríт­a la de paíт­ses como Alemania o USA en los que, aunque nos pudiera parecer extraño, también existe fraude fiscal.

Suponiendo que ese porcentaje sea correcto -para lo que sigue daríт­a igual que fuese el 8% o el 5%-, si España redujese a la mitad su nivel de fraude fiscal, se alcanzaríт­a, de un plumazo, el superávit presupuestario, sin necesidad de reducir, ni un céntimo, una sola partida de gasto público; sin tener que incrementar, ni en una milésima, ningún tipo impositivo; y sin tener que crear ninguna nueva figura tributaria. Bestial, ¿no?.

De todos modos, el tema del fraude fiscal, entiendo debe ser visto desde dos perspectivas diferentes: no es lo mismo el fraude que comete un profesional libre o una compañíт­a a fin de dedicar lo defraudado a la adquisición de un Ferrari o a la celebración de francachelas motivadoras o a la realización de viajes de regalo, que el que lleva a cabo un profesional o una empresa a fin de poder seguir manteniendo viva su actividad y abierto su negocio. En el primer caso, el tema es muy grave; en el segundo, gravíт­simo debido a que en ese segundo caso se defrauda, pura y simplemente, para sobrevivir.

De ese 6,5% de fraude fiscal que se da en el reino, ¿qué parte se dedicará a la supervivencia?. (Si del fraude en si no existen cálculos fidedignos, imaginen los que habrá sobre ese tipo de fraude).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economíт­a IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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