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Se veíт­a venir

Santiago Niño Becerra - Martes, 20 de Junio A toro pasado... Algunas/os de Uds. dirán, cuando lean esto, que a toro pasado es muy fácil acertar;

pero yo les invito a que no se queden ahí; les sugiero que rebobinen y hagan memoria de lo que, en los últimos 25 años, está sucediendo en el subsector de las compañías aéreas; sólo entonces alcanzan toda su dimensión las palabras que hace unos días pronunció el Sr. Fernando Conte, presidente de Iberia ("Líneas Aéreas de España", ¿recuerdan?), en la pasada junta anual.

 

El mundo de la aviación civil es un mundo en el que es muy caro manejarse, carísimo; la razón es obvia: se transportan, mercancías de muy alto valor y personas, unos elementos cuyo valor es altísimo; lo que se traduce en unos costes de explotación en consonancia con el valor transportado.

 

Mientras el transporte aéreo fue minoritario y, tan importante como lo anterior, estuvo regulado, las compañías aéreas cobraban por su servicio unos precios que los usuarios no cuestionaban porque su nivel de renta les permitía pagar lo que se les pidiese por algo que era consustancial a la élite a la que pertenecían; evidentemente, el concepto de competencia entre compañías era algo que entraba mucho más en el terreno de la virtualidad que en el de la realidad. Aquellos fueron los años gloriosos de la aviación civil.

 

Pero a partir de los 80 las cosas empezaron a cambiar. El concepto de competencia empezó a ser algo tangible y los costes operativos algo a ser tenido cada vez más en cuenta. La desregulación iniciada en USA inyectó la posibilidad de luchar por ‘ser más’ -y por evitar ‘ser menos’- en el mundo de la aviación civil, por lo que los costes de explotación -todos- comenzaron a ser mirados con lupa; si a eso añadimos el boom de ‘los turismos’ (cultural, vacacional, de negocios, ...) y la entrada en escena de las compañías de bajo coste, el resultado es, por ejemplo, las palabras del Sr. Fernando Conte.

 

El final de la película no es original, al contrario: en el planeta hay demasiadas compañías aéreas que vuelan a demasiados lugares -no todos rentables y con demasiados aviones. Hasta ahora han ido introduciéndose ideas creativas a fin de minimizar un ratio básico para estas empresas: el coste por pasajero transportado y milla recorrida; pero esas ideas tiene un límite. (Una amiga inglesa me comentó, hace unos días, que su madre pagó cero libras, CERO, por el vuelo entre Belfast y Londres. Airbus consideró, hace unos meses, ofrecer la sustitución de los asientos de sus aviones de corto recorrido por tablas forradas dotadas de apoyapompis y apoyabrazos a fin de que los viajeros permaneciesen de pie y así meter a más en la misma aeronave). Y claro, luego, además, está el tema de la seguridad.

 

¿La evolución natural del mundo de la aviación civil?, pues eso que se denomina consolidación y que, en román paladino, quiere decir oligopolio. Uds. verán como, en pocos años, se reduce el número de compañías, tanto de las ‘normales’ como de las de bajo coste; verán como crece el precio de los billetes de las primeras y como instalan esas tablas en las segundas; ¿cuándo?, preguntarán, pues en el momento en el que las cosas empiecen a ponerse verdaderamente duras; pasado mañana, por ejemplo.

 

Santiago niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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